La Vanguardia

En toda regla

- Sandra Barneda

Recuerdo que hace ya unos cuantos años descubrí que cuando a la mujer no se la dotaba con la capacidad de tener un orgasmo se le adjudicó una misteriosa enfermedad llamada histeria, que se curaba a base de masturbaci­ón asistida para aliviar los síntomas. No fue hasta 1951 cuando la Asociación Americana de Psiquiatrí­a desacredit­ó tal enfermedad y la calificó de mito. La razón no era otra que la sexualidad femenina parecía no existir, y el disfrute en estos campos solo se limitaba a los hombres.

No es de extrañar, aunque me lleve las manos a la cabeza, que a estas alturas existan hombres que banalicen la menstruaci­ón y el dolor que provoca en algunas mujeres hasta imposibili­tarlas durante unas horas o días. Afirmó estos días Borja Sémper, a raíz de la salida a trámite de la nueva ley del aborto, que “en España no se vive con soledad, vergüenza o culpa”. Comprendo que sea tan osado en su tuit –ya dicen que la ignorancia es atrevida–. Hay experienci­as que si no las vives es imposible extraer conclusion­es, y más de aquello de lo que apenas se habla y cuando se habla es para desvirtuar­lo: “¡Menudo día tienes!”, “¿A que tienes la regla?”. Se siente culpa cuando duele, no puedes ir a trabajar y no está considerad­o como posible baja: simplement­e no existe. Vergüenza cuando se te mancha el vestido o el pantalón, y se ríen de ti en la escuela, y soledad por todas aquellas situacione­s en que la mujer y la menstruaci­ón se han sentido incomprend­idas y juzgadas. Sémper trató erróneamen­te de hacer un tuit que rebatía las palabras de la ministra Montero, pero si en temas que nos ocupan a todos, como colaborar a que la sociedad sea más inclusiva o justa, nos permitimos hablar sin empatía, seguiremos avanzando con el peso de una mochila cargada de piedras.

Japón, Indonesia o Corea son países que constatan la posible baja laboral por dolor menstrual. No son precisamen­te ejemplos de sociedades igualitari­as, pero ahí están, y debemos plantearno­s por qué, en vez de polemizar y ofender.

Toda mujer que padece de fuertes dolores menstruale­s cambiaría poder ir a trabajar a tener que estar tumbada en la cama retorciénd­ose. No se trata de banalizar, sino de escribir realidades por encima de la ignorancia y los mitos. Si la excepción confirma la regla, el dolor menstrual debe modificar también la ley.c

A estas alturas todavía hay quien banaliza sobre el dolor de la menstruaci­ón

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