La Vanguardia

Matar para salvar a los blancos

La teoría del gran reemplazo inspiró al terrorista de Buffalo y se normaliza gracias al discurso de la derecha radical

- MARINA MESEGUER Barcelona

Alerta, spoiler. El extracto que viene a continuaci­ón forma parte del manifiesto escrito por el supremacis­ta blanco Payton Gendron para justificar una matanza: “Estamos experiment­ando una invasión a un nivel nunca antes visto en la historia. Millones de personas cruzando nuestras fronteras, legalmente. Invitadas por el Estado y las empresas para reemplazar a las personas blancas que no han podido reproducir­se, no han podido crear la mano de obra barata, han fracasado en crear nuevos consumidor­es y la base impositiva que las corporacio­nes y los estados necesitan tener para prosperar. Esta crisis de inmigració­n masiva y fertilidad es un asalto a la pueblos europeos que, si no se combate, dará como resultado la completa sustitució­n racial y cultural del pueblo europeo”.

Con esta bazofia racista y conspirati­va como argumento, el pasado 14 de mayo, Gendron, de 18 años, viajó 320 kilómetros hasta un supermerca­do Tops de la ciudad de Buffalo (Nueva York). Tenía un plan fríamente calculado. Buscaba una ciudad y un barrio mayoritari­amente negro. Entró en el establecim­iento, abrió fuego con un fusil AR-15 (adquirido legalmente, por sutizando

Esta conspiraci­ón, usada por Le Pen o Abascal, dice que las élites quieren convertir a los blancos en minoría

puesto) y mató a diez personas, ocho de ellas negras. El atentado fue retransmit­ida en directo durante algunos minutos por Twitch gracias a una cámara corporal. Poco antes había colgado en el infame foro 4chan el mencionado manifiesto, un pastiche de 180 páginas en el que recopilaba halagos hacia otros terrorista­s supremacis­tas, pegaba memes y vestía su odio racial como parte de la lucha para evitar el gran reemplazo.

Se trata de la teoría según la cual existe un plan ideado por las élites políticas y económicas (controlada­s por el lobby judío) para convertir a la población blanca en minoría. No es una conspiraci­ón nueva, algunos textos antisemita­s del siglo XIX ya juegan con la idea, pero en el 2011 el escritor francés Renaud Camus supo ponerle un nombre con pegada y populariza­r un concepto que quizás era demasiado teórico en su libro El gran reemplazo. “Es un libro casi sin datos”, afirma Arsenio Cuenca, doctorando en la Escuela Práctica de Altos Estudios de París especializ­ado en extrema derecha y tecnología. “Camus te dice ‘Mira por la ventana, ¿qué ves? Un kebab, velos, barrios que se transforma­n…’”, explica. El texto fue adoptado por la intelectua­lidad reaccionar­ia y, de ahí, fue filtrándos­e hasta los bajos fondos de internet, donde el concepto se mezcló con el resto de las conspiraci­ones que alientan los grupos de supremacis­tas, incels (célibes involuntar­ios), homófobos y demás resentidos de los foros ultras para justificar sus odios y, en ocasiones, sus crímenes.

La teoría del gran reemplazo ha dejado un rastro de destrucció­n que se extiende desde Noruega, donde Anders Behring Breivik mató a 77 personas, incluidas 69 en el campamento de verano de los socialdemó­cratas en la isla de Utøya, en el 2011, hasta Christchur­ch, Nueva Zelanda, donde Brenton Tarrant mató a 51 personas en dos mezquitas en el 2019. Ambos promoviero­n su ideología en escritos que criticaban la inmigració­n y argumentab­an que la violencia era necesaria para preservar la civilizaci­ón occidental.

“Antiguamen­te era muy difícil tener acceso a teorías como la del gran reemplazo o la del genocidio blanco, que aparece en los ámbitos neonazis de EE.UU. y que es más similar a lo que se puede ver en el manifiesto del terrorista de Buffalo”, sostiene Cuenca. “Antiguamen­te, este tipo de contenido era absolutame­nte

Internet facilita el acceso a teorías que eran marginales y que se filtran más allá de los discursos políticos

marginal, no estaba presente en la esfera mediática y era muy difícil acceder a él. Ahora, el problema no es solo que algunos temas como el gran reemplazo están muy presentes en el discurso mediático y político, ya sea por comentaris­tas políticos o por líderes de ciertas formacione­s, sino que además se crean puertas de entrada en torno a espacios que en teoría son inocuos”, asegura.

Esta teoría ha sido adoptada más o menos explícitam­ente por los partidos de extrema derecha, pero su influencia llega más allá. Marine Le Pen y Éric Zemmour, en Francia, hablan sin complejos de los riesgos de la sustitució­n de la cultura europea a causa de la inmigració­n. En Hungría, Víktor Orban habla de una “bomba de relojería” contra los valores cristianos. Esta misma semana, el líder de Vox, Santiago Abascal afirmaba que muchos españoles “viven en la insegurida­d cultural” por culpa del “multicultu­ralismo”. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, estrenó su mandato baula cartera de inmigració­n como “protección del estilo de vida europeo”.

Una encuesta de octubre del 2021 revelaba que el 67% de los franceses estaba preocupado por la idea de que un “gran reemplazo” pudiera ocurrir en su país. En Estados Unidos, casi un tercio de la población está muy preocupada o extremadam­ente preocupada de que “los estadounid­enses nativos estén perdiendo influencia económica, política y cultural debido a la creciente población de inmigrante­s”, según una encuesta de diciembre del mismo año.

Y no es solo el discurso político explícito. Cuenca afirma que las vías de radicaliza­ción son diversas y alerta, por ejemplo, sobre ciertas cuentas en redes con contenido de vida sana o ejercicio que pueden llegar a ser un puente hacia el extremismo. Concretame­nte, se refiere a movimiento­s contra la masturbaci­ón y la pornografí­a, una industria que, según sostienen, está controlada por los judíos para bajar los niveles de testostero­na de los hombres blancos y evitar que se reproduzca­n. “El manifiesto del terrorista de Buffalo –dice Cuenca– expone que las relaciones a través de Only Fans o Twitch impiden crear relaciones estables. Las vincula con el mundo de la pornografí­a y afirma que limitan la tasa de natalidad, lo que, finalmente, crea un problema de sustitució­n demográfic­a”.n

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Un hombre reza en el memorial levantado por las víctimas del atentado supremacis­ta en un supermerca­do de la ciudad de Buffalo (Nueva York)

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