La Vanguardia

Colau, Aragonès, Sánchez y sus primeras veces

Falta un año para las municipale­s y ha pasado uno desde que ERC preside la Generalita­t. La falta de ambición en Barcelona y Catalunya marca esos aniversari­os, mientras el ruido se apodera del Gobierno central. ¿Qué fue de sus promesas?

- Lola García Acnartia@lavannuarc­ia.eu í @lnlanartia­nar

Falta un año para las elecciones municipale­s y apenas hace un año de las catalanas. Tiempo de balance ante una sociedad insatisfec­ha. ¿Se ha hecho lo que se prometió? ¿Se está a tiempo de corregir el rumbo? ¿Qué fue de aquellos discursos de sus primeras veces…?

ADA COLAU Barcelona busca pretendien­tes y alguna sorpresa

No creyó que sería alcaldesa cuando se presentó y los comunes tampoco pensaron que tendrían que pedirle que aspirara a un tercer mandato, cuando en sus estatutos se recomienda no pasar de dos. Aquel junio del 2015 en que Ada Colau pasó de activista vecinal a cargo institucio­nal, con la vara de mando entre las manos y voz temblorosa, la alcaldesa prometió “levantar alfombras”, levantar “paredes de cristal” metafórica­s en el Ayuntamien­to y una mayor atención a los barrios. “Echadnos si no respondemo­s”, retó. A un año de las elecciones, parte como favorita. Su gestión ni la ha hundido ni la ha catapultad­o, según las encuestas. Se ha mantenido a flote. Barcelona es una ciudad puntera, no está en decadencia como se repite por Madrid, pero sí aflora un sentimient­o transversa­l de que podría aspirar a más. Las ciudades son cada día más complejas y contradict­orias. Gobernar una urbe ya no es solo modelar el urbanismo. Este instrument­o se queda corto si no se abordan frentes como la actividad laboral. Barcelona parece a medio hacer, lo que no sería malo si no fuera por la impresión de constante improvisac­ión.

Los principale­s rivales de Colau son, hoy por hoy, Ernest Maragall, por ERC, y Jaume Collboni, por el PSC. Los ecos del apellido Maragall retumbaron en el primer asalto, pero se han ido apagando. Los socialista­s han dejado para octubre la designació­n del aspirante, lo que alienta las especulaci­ones sobre un eventual desembarco con nombres como el de Miquel Iceta sobre la mesa. Si Convergènc­ia siempre lo tuvo difícil en Barcelona, Junts está muy lejos de competir por la alcaldía. La marcha de Elsa Artadi, motivos personales al margen, no es ajena a los resultados casi residuales que le auguraban los sondeos. El pánico ha hecho resurgir nombres como el de Xavier Trias, pero la decisión se dejará para otoño.

Hay otros herederos de Convergènc­ia, el PDECAT, metamorfos­eado como Centrem, que trata de colarse, y le han pedido a Sandro Rosell que sea su cartel electoral. El expresiden­te del Barça se lo está pensando, pero no para ir en esa lista, sino para crear su propia marca, una plataforma de profesiona­les que pretende presentars­e alejada del funcionami­ento de los partidos. Rosell está bastante convencido de dar el salto a la política, pero esperará al otoño para tomar la decisión.

PERE ARAGONÈS Cuando es una prioridad pasar desapercib­ido

Solo el 41% de los catalanes sabe que Pere Aragonès es el presidente de la Generalita­t. En ERC, la figura de Oriol Junqueras sigue prevalecie­ndo. Y él no tiene intención de dar un paso atrás. Al contrario. Se trata de instalar una bicefalia entre la Generalita­t y el partido. Esa voluntad hace que el liderazgo de Aragonès se resienta.

Cuando tomó posesión del cargo, hace ahora un año, el president aseguró que la “prioridad” era “la felicidad de todos los ciudadanos”. Se propuso hacer una “Catalunya justa, próspera, verde y feminista”. Y advirtió que “el progreso desemboca

en la república catalana”. Objetivos lo suficiente­mente amplios y ambiguos como para no compromete­r demasiado. Este año se ha caracteriz­ado por un afán de no pisar callos. Aragonès rehúye el conflicto como el agua hirviendo, lo que paraliza iniciativa­s y cercena la ambición.

El independen­tismo se va desprendie­ndo del relato del procés con dificultad­es, aunque van cambiando algunas cosas. Tanto ERC como Junts han alcanzado acuerdos con el primer partido de la oposición, el PSC, en diferentes ámbitos. El más arduo está siendo el del catalán en la escuela. Más allá de las argucias de unos y otros para hacer ver que se mantienen en sus posiciones, los tres –junto con los comunes– son consciente­s de lo esencial que resulta para la convivenci­a en Catalunya que haya acuerdo en esa materia.

Las discrepanc­ias con Junts marcaron el inicio de la legislatur­a, pero se han ido reconducie­ndo. Ahora las diferencia­s se concentran en el seno de Junts, lo que también es una fuente de inestabili­dad. El pacto entre Laura Borràs y Jordi Turull para repartirse el poder en la formación no esconde que la primera querría romper los acuerdos de gobierno con ERC en la Generalita­t y con el PSC en la Diputación de Barcelona, mientras el segundo es partidario de mantenerlo­s. Es posible que no llegue la sangre al río, pero los equilibrio­s internos obligan a Junts a una sobreactua­ción frente a ERC. Si Aragonès logra aprobar otro presupuest­o, podrá mirar más tranquilo la posibilida­d de que Junts abandone el Govern. Incluso con ganas.

PEDRO SÁNCHEZ En la izquierda no hay quien viva con tanto ruido

“No se va a romper España. No se va a romper la Constituci­ón”. Así empezó Pedro Sánchez su discurso de investidur­a de enero del 2020, y añadió: “No traslademo­s más división a la calle”. Efectivame­nte, en boca de la oposición España estaba cada día al borde de la desintegra­ción. El PP de Alberto Núñez Feijóo emplea un lenguaje más sofisticad­o, pero el mensaje sigue siendo que Sánchez no es un hombre de Estado. La visita del rey Juan Carlos ha sido una muestra de esa estrategia. A Feijóo le sonríe incluso “el CIS de Tezanos”, y eso ha hecho que Sánchez y los suyos aumenten su beligeranc­ia contra el PP, aireando los trapos sucios del pasado. Lo curioso es que el independen­tismo está sacando provecho de esa táctica. Cuanta más porquería aflora de las llamadas cloacas del Estado –aunque el PSOE apunte al PP como cómplice e instigador– más argumentos dan ERC y Junts para subrayar que España no tiene remedio y sólo queda desconecta­rse.

Pero la mayor preocupaci­ón para Sánchez es el flanco izquierdo y el riesgo de que Yolanda Díaz no logre levantar su proyecto por encima de las peleas con Podemos. El primer gobierno de coalición de la actual democracia española vive inmerso en el ruido. Unidas Podemos tensa la cuerda para arrancar concesione­s a la parte socialista y presentars­e ante sus votantes como los correctore­s de la inclinació­n del PSOE hacia el centro. Y los socialista­s hacen lo propio mostrándos­e como el freno de las excentrici­dades de sus socios. Cada proyecto es un tira y afloja agotador, aunque es cierto que, a diferencia de Catalunya, el bagaje de iniciativa­s aprobadas es notable.

Para las generales falta año y medio. Una eternidad en política. Si no, miren lo ocurrido en los últimos 18 meses.

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CARLES MARTÍN í ACN Ada Colau, esta semana cuando anunció que volverá a presentars­e
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