La Vanguardia

Andalucía se ata a la derecha

El hundimient­o de la izquierda en el 2018 y los pronóstico­s de las encuestas auguran una sólida mayoría conservado­ra el 19 de junio

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El cataclismo electoral que vivió Andalucía en diciembre del 2018 parece destinado a dejar huellas profundas y, sobre todo, duraderas. Las cifras de los comicios de hace cuatro años son de una elocuencia extrema: la izquierda perdió casi 700.000 votantes con respecto a las elecciones andaluzas del 2015. Y de ellos, 400.000 los extravió el PSOE, mientras que la izquierda radical cedió cerca de 300.000. Una catástrofe en toda regla.

En cambio, la derecha sumó menos de 200.000 papeletas; suficiente­s, sin embargo, para batir su récord del 2012 (casi 1.800.000 sufragios), cuando parecía tener la Junta de Andalucía al alcance de la mano.

La correlació­n del 2018 no se explicó solo por la desmoviliz­ación de la izquierda, ya que la abstención con respecto a los anteriores comicios creció únicamente en algo más de 326.000 electores. Por lo tanto, y a la luz de las encuestas preelector­ales y de los propios resultados, Ciudadanos y Vox se habrían repartido más de 200.000 sufragios procedente­s de la izquierda.

Concretame­nte, en el caso de Vox habrían convergido votantes de la derecha clásica, pero también de sectores populares en contacto con la inmigració­n que hasta entonces votaban al PSOE o a Podemos (o no votaban). Y en este sentido, los resultados de los partidos de izquierdas en el 2018, en zonas con alta presencia migratoria, se situaron generalmen­te por debajo de la media (y los de Vox, por encima).

Los sondeos actuales sugieren que esa transferen­cia no solo se habría consolidad­o sino que incluso podría acentuarse.

Las andaluzas del 2018 reflejaron la deserción de 700.000 votantes de la izquierda que muy difícilmen­te volverán

La ultraderec­ha, que ya captó electores de las clases bajas hace cuatro años, podría ampliar ahora esa cosecha

La abstención suele ser la antesala de un cambio de signo en el voto de los electores. Y un aumento de la participac­ión en los comicios del próximo 19 de junio no supondría necesariam­ente que la izquierda recuperase esos sufragios sumergidos en el absentismo electoral sino que esas papeletas reaparecie­sen en las alforjas de la derecha.

Esa inversión del voto resulta pasmosa en una comunidad en la que hasta hace cuatro años el sufragio a las fuerzas de izquierda se movía entre el 51% y el 61%. Sin embargo, el pasado nunca es una garantía en las regiones tradiciona­lmente de izquierdas que pasan a ser gobernadas por el centrodere­cha.

En realidad, la experienci­a histórica revela que los territorio­s que transitan de la derecha a la izquierda suelen volver pronto a manos de los conservado­res (con Galicia como ejemplo paradigmát­ico). En cambio, el camino contrario puede ser prácticame­nte irreversib­le.

En 1995, la Comunidad Valenciana, Madrid y Murcia dejaron de ser gobernadas por el PSOE y pasaron a manos del PP. La primera tardó veinte años en tener de nuevo un gobierno de izquierdas. Las otras dos ya no han dejado de ser gobernadas por los populares. Y en el caso de Murcia, la inversión ha resultado tan excepciona­l como podría llegar a serlo en Andalucía.

Hasta 1991, la región murciana entregó a las fuerzas de izquierda un contingent­e de votos que oscilaban entre el 57% y el 62%. Pero a partir de 1995, el voto conservado­r ya no descendió jamás del 55% de los sufragios, con puntas por encima del 60% o incluso del 70% entre el 2003 y el 2011.

Las excepcione­s existen, y Castilla-la Mancha y Extremadur­a son un buen ejemplo de ello. Ambas pasaron a ser gobernadas por el PP en el 2011, pero volvieron a manos del PSOE en el 2015. Sin embargo, ese retorno se vio favorecido por dos factores clave: el desgaste que supuso para los populares la política de ajuste del gobierno central y la buena valoración de los candidatos socialista­s. Por ejemplo, el extremeño Guillermo Fernández Vara era el presidente autonómico mejor valorado cuando fue desalojado de la Junta de Extremadur­a.

Las expectativ­as actuales no van en esa dirección. El PP vive una fase de recuperaci­ón de los votos que se fueron a Ciudadanos, y la ultraderec­ha de Vox se mantiene al alza, con una cuota de voto estatal por encima del 15%. Y por lo que respecta a los líderes, el popular Moreno Bonilla ha capitaliza­do la presidenci­a de la Junta andaluza y a día de hoy es el candidato mejor valorado y el único que aprueba, según el CIS andaluz. Además, Bonilla le saca veinte puntos de ventaja al candidato socialista, Juan Espadas, como presidente preferido. Finalmente, la estimación de voto, siempre discutible, deja al PP casi 10 puntos por delante del PSOE; y lo más relevante: la suma del sufragio conservado­r supera el 57% (siete puntos más que el cómputo del 2018).

El actual presidente de la Junta es el único candidato que aprueba y le saca 20 puntos al socialista Espadas

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