La Vanguardia

Domingo bajo el volcán

- Carlos Zanón

Domingo Villar se ha ido y delante de mí tengo el volcán de La Palma, calmado, pero aún caliente. Estoy en un festival en Los Llanos de Aridane que dirige el escritor Alexis Ravelo y todos por aquí recordamos a Domingo Villar. Él y yo no llegamos a ser amigos. Pero miro nuestra cuenta de Whatsapp y me tienta escribir en ella por si contesta. Nadie habla mal de Domingo. Suele pasar con los muertos. Pero en su caso, nadie hablaba mal de él estando vivo. Ni como escritor ni como persona. Cuando me lo encontraba aquí o allá, hablábamos de fútbol y de hijos, de libros y de padres, de rutinas y de un viaje a China que no sé si hizo. Recuerdo quién me regaló el primer libro de Domingo. Que no lo leí. Se quedó almacenado en la montaña de libros pendientes. Bajo el volcán.

Me compro unas gafas azules y me regalan unas rojas. La vendedora me dijo que cuando limpie los cristales tenga cuidado de la ceniza volcánica. Sonaba excitante. La vida de un escritor que viaja también suena excitante. A uno mismo, no, pero charlar sobre Julio Cortázar en una cena con Marcelo Luján y Julia Padilla, que tiene la mitad del pelo azul y la otra mitad, roja, bajo un volcán apagado, tiene algo de maravilla. El arte vence a la muerte. Nadie olvidará el último barco de Villar, ni yo su rutina de hombre de familia. Su talento al escribir y su calma al publicar. La relación con un padre a quien telefoneab­a cada noche para leerle lo que estuviera escribiend­o. Su sincero duelo.

Algunos parecemos farsantes en la vida, tratando de imitar cómo despedir a un padre, cómo tener una familia o cómo aprender a dejar de escribir. Con una cerveza y frente a un volcán otra vez callado, solemnizo la eliminació­n de nuestra cuenta de Whatsapp, Domingo. Espero que cuando nos volvamos a ver nos hagamos amigos de verdad.c

Nadie olvidará el último barco de Villar ni yo su rutina de hombre de familia

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