Los aspirantes a la alcaldía ya velan armas en un ambiente enrarecido
La precampaña electoral irrumpe de manera brusca y precipitada en Barcelona
El pasado día 14, unas horas antes de que el plenario de Bcomú acordara en una votación genuinamente a la búlgara (211 votos a favor, una abstención) pedir a Ada Colau que optara a un tercer mandato, y solo cinco días antes de que la alcaldesa anunciara su más que previsible sí, la formación que gobierna la ciudad desde hace siete años celebraba en la Zona Franca un acto de bienvenida a los “nuevos activistas” en la “defensa de Barcelona”. El llamamiento a la participación aquella mañana de sábado no dejaba lugar a dudas: “Ayúdanos a defender Barcelona de los que pretenden obstaculizar la transformación verde de la ciudad y paralizar las políticas sociales de Ada Colau a través de falsas denuncias contra la alcaldesa y su equipo de gobierno”. Un canto a la resiliencia frente a una supuesta amenaza y, a la vez, una declaración que no desentonaría en absoluto en el minuto final del candidato de un debate televisivo emitido 48 horas antes de unas elecciones. Solo restaba pedir explícitamente el voto, y eso que el próximo sábado faltará todavía un año justo para los que, una vez más, se anuncian como los comicios más reñidos de la historia de la ciudad. Atendiendo a la retórica que han gastado en las últimas semana algunos de los aspirantes a la alcaldía, nadie diría que el 28 de mayo del 2023 queda tan lejos. ¿Hay alguien capaz de negar sin sonrojarse que la precampaña electoral ya ha comenzado?
En los últimas semanas se ha acelerado, probablemente antes de tiempo y más de la cuenta, la preparación para las elecciones del año que viene. Todo empezó en febrero, cuando Junts per Catalunya invistió a Elsa Artadi como alcaldable, una condición a la que renunció tres meses después en una decisión personal que sigue alimentando la maldición que en este país persigue a muchos ganadores de primarias. Después fue Ernest Maragall el que hizo suya la candidatura de ERC en otras primarias sin rival que culminarán el próximo fin de semana con su proclamación como cabeza de lista de los republicanos. Y esta semana se ha confirmado que en política la excepción sí hace la regla y Ada Colau ha dado el sí para alivio de los suyos, incapaces de afrontar y siquiera de imaginar un futuro huérfanos de su líder.
En medio, la revelación en La
Vanguardia del Barcelonagate y la reacción destemplada de Ernest Maragall insinuando primero, matizando o corrigiendo después, la complicidad de Ada Colau y el socialista Jaume Collboni con el espionaje político y vinculando las torticeras maniobras del CNI con la operación que le impidió alcanzar la alcaldía en el
Bcomú desvela su discurso: “defender” la ciudad de quienes quieren “paralizar sus políticas sociales”
La reacción al Barcelonagate ha empeorado aun más la relación de Maragall con Colau y Collboni
2019 a pesar de haber superado a sus rivales en las urnas. Esta película de espías, de candidatos que parecen arrastrar en algún caso un viejo sentimiento de culpa y en otros un profundo resentimiento, ha enrarecido, cargado de electricidad, un ambiente que ya hoy se parece al de las más tensas vísperas electorales. Si la relación de Maragall con Colau y Collboni nunca ha sido un ejemplo de cordialidad, bien puede decirse que estos días ha quedado dinamitada.
Las tres formaciones con aspiraciones reales de obtener la victoria dentro de un año creen que ha llegado el momento de marcar perfil propio, aunque en las comisiones y en los plenos municipales acaben votando juntos la mayoría de las ocasiones y, de vez en cuando, se esfuercen en desmarcarse los unos de los otros, eso sí, sin llegar nunca a provocar un estropicio.
Mientras que ERC y Bcomú ya han decidido quiénes liderarán su próximo asalto a la alcaldía de Barcelona, los socialistas han decidido esperar al próximo otoño para poner en marcha su proceso de primarias. Hasta la fecha nadie se ha aventurado a cuestionar públicamente a Jaume Collboni, que lleva desde el 2014 preparando las oposiciones a alcalde de Barcelona, trabajándose con esmero a una parte de la sociedad civil y de los agentes económicos de la ciudad y abonando un plantío electoral que Colau abandonó deliberadamente y al que casi nunca ha intentado asomarse. Desde que comenzó el mandato da la impresión de que comunes y socialistas no solo se repartieron las áreas de gestión sino también el tipo de público al que se dirigen.
Tras la derrota del 2011 ante Xavier Trias, la caída a los infiernos del 2015 y la recuperación del 2019, el PSC vuelve a tener opciones de regresar a la alcaldía de Barcelona. Y son precisamente esas expectativas las que justifican el extenuante baile de nombres alternativos al de Collboni. Que si Salvador Illa, comprometido en el intento de acabar con la hegemonía independentista en el Parlament. Que si Miquel Iceta, aparentemente feliz en el Ministerio de Cultura. Que si Maria Eugènia Gay, del Col·legi de l’advocacia
A diferencia de comunes y republicanos, el PSC ha dejado para otoño la elección de candidato
a la Delegación del Gobierno en Catalunya, quizás la sala de espera para el viaje al Ayuntamiento y con el plus de poder confrontar a Ada Colau con otra mujer... Al final, como es sabido, las encuestas tendrán mucho que ver en la decisión, aunque, como también se sabe, muchas veces se equivoquen.
Aunque a tenor del resultado de hace tres años –y de lo que indican los sondeos conocidos hasta la fecha– hay una marcada tendencia a pensar que las elecciones del 2023 son cosa de tres, lo cierto es que del devenir de las otras formaciones ya presentes en el Ayuntamiento de Barcelona, de las ya consolidadas que puedan obtener representación –caso de la CUP o de Vox– y de las que puedan surgir del magma de plataformas ciudadanas con aspiraciones de convertirse en electorales dependerá en gran medida la suerte del 28 de mayo del 2023 y, sobre todo, de las posteriores negociaciones para la formación de una mayoría de gobierno y la elección de quien presidirá el Ayuntamiento. El 1 de junio del 2019 se rompió la norma no escrita de que el alcalde o la alcaldesa de Barcelona sea quien encabeza de la lista más votada. Quizás sirva de precedente.c