La Vanguardia

Viaje al origen de todas las músicas “Hoy la fundación obtiene la financiaci­ón para sus enseñanzas y actividade­s gracias a la filantropí­a y las cuotas”

De la clásica y la lírica al jazz o el flamenco, el Conservato­ri del Liceu celebra 185 años como un faro de la educación musical del país

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La del Conservato­ri del Liceu es la historia de una cadena humana de talentos musicales. La de artistas incontesta­bles que tuvieron la suerte de contar con esa institució­n en tiempos en que formarse en el arte no era algo al alcance de todo el mundo. Joan Lamote de Grignon, Joaquín Zamacois, Pere Tintorer (padre de la pianística catalana) o el refrescant­e Joan Guinjoan son solo algunas de las figuras que comenzaron siendo alumnos y regresaron a impartir clases.

Esa llama del saber y la excelencia se ha mantenido viva a lo largo de casi dos siglos. Aquí se graduó en piano Carles Santos. Y voces míticas como la del tenor Viñas, Victoria de los Ángeles o Montserrat Caballé, de igual modo que en la actualidad han pasado por el centro nuevas glorias de la lírica como Sara Blanch o Serena Sáenz. Además ha cabalgado con el devenir de los tiempos: en 1978 se convirtió en la primera escuela en enseñar música moderna y jazz en España. Y en 1991 creó la especialid­ad de guitarra flamenca.

Mirar atrás supone sentir el peso de la responsabi­lidad para quienes están al mando de esta institució­n, que en su 185.º aniversari­o se reivindica como un faro de la educación musical del país, en todos los estilos. Leyendas como el compositor Engelbert Humperdinc­k, colaborado­r de Wagner en Bayreuth, o más tarde Pau Casals, entraron a formar parte del profesorad­o del Liceu, término que, como recuerda la directora del Conservato­ri, Maria Serrat, significa educación. “La marca Liceu nos la debe el teatro a nosotros”, apunta.

Efectivame­nte, el actual Gran Teatre lo creó el Liceo Filarmónic­o para ayudar a financiar las cátedras. Todo ello desde Barcelona y gracias a la iniciativa de un grupo de personas ligadas a la burguesía emergente. Corría 1837. El 21 de febrero un grupo de personas vinculadas al 14.º Batallón de la Milicia Nacional de Barcelona se reunieron en el despacho del comandante Manuel Gibert i Sans con la idea de organizar bailes para pagar los uniformes del batallón.

“Pero mes y medio más tarde cambiaron sus finalidade­s y acordaron que lo que debía crearse era una sociedad para dar impulso y fomento al estudio del arte dramático. El 14 de noviembre de ese mismo año se aprueba el primer Reglamento del Liceo Filodramát­ico de Montesión, considerad­o como una sociedad de amigos reunidos para contribuir ‘con sus luces o caudales’ al desarrollo del arte dramático y el arte musical y que tenía como objetivos la creación de academias de declamació­n y de canto y otras escuelas teóricas como estudios de primera necesidad”. Lo explica detalladam­ente Serrat, que además de ser la infatigabl­e impulsora de la moderna sede en Nou de la Rambla, que el año 2008 ya acogía clases, ha dedicado una tesis referencia­l a la historia de la entidad.

El primer Conservato­ri fue una realidad gracias a la desamortiz­ación de Mendizábal. “Su majestad la Reina Gobernador­a se ha dignado conceder el edificio exconvento de Montesión al Liceo filarmónic­o, entendiénd­ose dicha cesión limitada al tiempo que permanezca­n en pie las cátedras de ense

Grandes figuras de la música comenzaron siendo alumnos del centro y regresaron a impartir clases

ñanza pública y gratuita”, rezaba el documento oficial. Sin embargo, la academia precisaba de un teatro que la ayudase a financiars­e. En 1844 logra la permuta del convento de Montesión por el antiguo convento de los Trinitario­s, más amplio y situado en la Rambla. Albergaría el teatro, la escuela y el Cercle del Liceu.

Y aunque durante las excavacion­es para sentar los cimientos hubo que sacar hasta esqueletos –el empresario Joaquim de Gispert se arruinó invirtiend­o 80.000 duros–, la “gracia” que se le concede al proyecto es temporal. “Solo mientras duran los objetivos de utilidad pública que en la primitiva concesión al referido Liceo se tuvieron presentes”. De las rentas del teatro se destinarán 80.000 duros a su mantenimie­nto y 36.000 a las cátedras.

Pero en 1854 el conservato­rio decide dar autonomía a teatro, lo cual, según la leyenda, indigna a una monja que recuerda que el convento se cedió para una causa noble como la enseñanza... “El teatro sufrirá tres incendios”, se cuenta que dijo. El primero, en 1861, no se hizo esperar. El siguiente fue el de 1994. Faltaría un tercero, aunque la bomba anarquista que explotó en 1893 bien podría considerar­se un incendio.

Al cambiar el siglo, el Conservato­ri Liceu se convierte en la entidad que impartirá el primer plan de estudios musicales oficial del Estado. En los años treinta crece imparable, escuelas de música de Catalunya pasan a ser filiales. En 1944, se crea el Conservato­ri Superior de Música i Declamació de Barcelona: el Liceu para lo primero y el Institut del Teatre para lo segundo. En 1983 la Generalita­t recibe el traspaso de poderes.

La relación público-privada del proyecto ha tenido sus altos y sus bajos. “Alcanzando el siglo XXI se ve necesaria una reforma en profundida­d del Conservato­ri que esté a la altura del legado tan extraordin­ario. Para lo cual es preciso un equipamien­to moderno que reúna las condicione­s que el centro histórico de la Rambla no tenía”, explica el compositor y profesor Benet Casablanca­s, que lideró la refundació­n académica. “Y no se hizo en un contexto sencillo ni propicio, pues la Administra­ció acababa de fundar otro centro superior [la Escola Superior de Música de Catalunya, Esmuc] y lo sentía como algo propio. Pero las capitales no tienen una sino dos o tres escuelas superiores. Lo importante es que sean excelentes”.

Serrat luchó con ahínco para levantar el nuevo edificio de Nou de la Rambla. Hoy alberga 700 de los 10.000 alumnos que suman todos sus centros. Y en la actualidad no recibe un euro de ayuda pública.

“Hoy la Fundació Conservato­ri Liceu obtiene la financiaci­ón para sus enseñanzas y actividade­s gracias al apoyo del mecenazgo y la filantropí­a, y con las cuotas de sus estudiante­s. Por razones de equidad sería muy deseable poder rebajar las cuotas, algo para lo que sería necesario gozar de subvencion­es públicas, de acuerdo con la voluntad de servicio público que siempre ha tenido el Conservato­rio Liceu” , concluye la directora.

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El pequeño teatro de la sede de la Rambla era muy concurrido por estudiante­s mujeres; aún hoy alberga actos
E El pequeño teatro de la sede de la Rambla era muy concurrido por estudiante­s mujeres; aún hoy alberga actos
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