Brotes de un gran proyecto cultural
Sónar e ISEA convertirán Barcelona en un festival que explorará las nuevas fronteras del arte. Un ‘mapping’ en Sant Pau y una exhibición de drones son algunas de las citas más vistosas. La ciudad puede dar un paso más para convertirse en referencia mundial de la confluencia entre arte, ciencia y tecnología.
El pintor Joseph Mallord William Turner lidera la temporada de primavera-verano barcelonesa, como gran figura del arte que es. El MNAC le dedica su exposición Turner, la llum és color, comisariada por David Blayney Brown. Es una de aquellas exposiciones que prometen elevar la temperatura artística de la ciudad y, de paso, posicionarla como destino de turismo cultural.
Pero, más allá de las paredes de los museos, la primavera cultural barcelonesa se presenta también ambiciosa. Sobre todo, en unos días de junio que deberían servir para silenciar, durante una temporada, la letanía de la ciudad decadente.
Entre el 10 y el 16 de junio, Barcelona acogerá el International Symposium of Electronic Art (ISEA), un festival que se celebra cada dos años y que regresa a Europa tras una década de ausencia. En Barcelona, ISEA está impulsado por la UOC junto a otras instituciones locales. Lo dirige Pau Alsina, profesor de la misma universidad. El simposio coincidirá con el Sónar (16 al 18 de junio) y con el segundo fin de semana del Primavera Sound (del 2 al 12). No es un evento menor: sus organizadores preven que a sus exposiciones, actos en la calle o conferencias asistan miles de personas. Habrá más de 500 presentaciones.
El simposio de arte electrónico aterriza en terreno abonado, ya que Barcelona lleva años incubando una emergente comunidad de artistas, programadores y centros científicos interesados en explorar las intersecciones entre el arte, la ciencia y la tecnología. Pocas ciudades hay en Europa con ese potencial. Linz, en Austria, acoge el Festival Ars Electronica, muy apreciado en su ámbito. Madrid está dando también pasos importantes. Pero Barcelona tiene condiciones para formular una propuesta más transversal y con impacto en el conjunto de la sociedad.
ISEA prepara espectáculos de gran formato para involucrar a la ciudad entera en su propuesta. Uno de ellos será un mapping en el antiguo Sant Pau como apertura del simposio. Correrá a cargo del Gobierno de Quebec (Montreal fue la anterior sede de ISEA, en 2020). Otra iniciativa muy vistosa será la clausura con un festival de drones en la playa del Somorrostro. Habrá sedes en otras ciudades catalanas.
Las actividades de ISEA 2022 las coordina Hac Te (Hub d’art, Ciència i Tecnologia), un instrumento creado por diversas instituciones catalanas para conseguir que Barcelona sea un polo global de investigación, formación, difusión, transferencia y producción en este ámbito. Una de sus misiones es lograr que ISEA 2022 deje un legado perdurable cuando París tome el relevo como ciudad organizadora.
Para conseguirlo, sería necesaria, en cualquier caso, una confluencia de factores entre los que destaca la capacidad de negociar, ceder y alcanzar consensos. Que Barcelona se convierta en esa referencia mundial del arte, la ciencia y la tecnología no depende de nadie más que de la propia comunidad local. En este terreno no hay ningún Mobile World Congress, ninguna Copa del América ni ninguna Ryder Cup que pueda hacer de catalizador. La solución debe salir de casa o no saldrá. ISEA, en palabras de Alsina, puede servir para “internacionalizar la cultura catalana en casa”. Pero el legado permanente hay que forjarlo en la propia ciudad.
Si hay alguna iniciativa que ya está en condiciones de ejercer el liderazgo que requiere ese reto es el Sónar, que lleva casi tres décadas tejiendo alianzas entre la música, el arte y el desarrollo tecnológico. Es una marca consolidada y que apuesta por la expansión internacional.
En la edición de 2022, el Sónar+d se expande en todos los sentidos e incorpora su propia exhibición de arte digital, Sonarmàtica, que incluye una colaboración con el Barcelona Supercomputing Center (BSC). Junto a ISEA y Hac Te (hub del que Sónar forma también parte), se crea una nueva área de debate llamada Sónar Ágora, donde se programarán conversaciones en torno a la inteligencia artificial, el machine learning o el blockchain.
El festival hará tres incursiones en el resto de la ciudad: en el Palau Güell (con un excitante concierto de hiperórgano), en el hotel Me (con una instalación audiovisual inmersiva) y en la Fundació Tàpies (con una instalación sonora).
De ahora en adelante se trataría, según un responsable del Sónar, de convertir en “costumbre” lo que son incursiones puntuales en estas nuevas áreas.
Hace solo cinco años era sencillo enumerar los actores de la ciudad que trabajan en la intersección entre la tecnología, la ciencia y el arte. Ahora resulta arriesgado, porque la comunidad se ha expandido y se puede incurrir en olvidos.
Pero hay referentes que no pueden obviarse: centros de investigación como el citado BSC o el Parc de Recerca Biomèdica; universidades como la UPC o la UOC; iniciativas como Ideal, el viaje inmersivo de Symphony en Caixaforum, la fundación Quo Artis, Casa Batlló, el nuevo Principal o el recién incorporado Mirador torre Glòries; el congreso ISE de la Fira; la feria Loop; la Digital Future Society; espacios de creación como Hangar; instituciones como el CCCB, Santa Mònica o Cosmocaixa y una variopinta comunidad de artistas que se adentran en las fronteras de la ciencia o la tecnología son activos a sumar. Muchos ya forman parte de Hac Te.
Barcelona ya no tendrá nunca una feria de arte convencional. Dejó que fuera Madrid la que impulsara ARCO y desde entonces ha perdido muchas energías pensando en cómo replicar el modelo. Pero la concentración de talento científico y tecnológico en el entorno metropolitano (no hay que olvidar el ICFO o el sincrotrón) brindan una nueva oportunidad a sus artistas y programadores.
La onda expansiva podría llegar hasta los museos más convencionales, como ese MNAC que hoy sobresale con Turner pero que en el pasado ya ha colaborado con su vecino Sónar.
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