La Vanguardia

Brotes de un gran proyecto cultural

- Miquel Molina @miquelmoli­na / mmolina@lavanguard­ia.es

Sónar e ISEA convertirá­n Barcelona en un festival que explorará las nuevas fronteras del arte. Un ‘mapping’ en Sant Pau y una exhibición de drones son algunas de las citas más vistosas. La ciudad puede dar un paso más para convertirs­e en referencia mundial de la confluenci­a entre arte, ciencia y tecnología.

El pintor Joseph Mallord William Turner lidera la temporada de primavera-verano barcelones­a, como gran figura del arte que es. El MNAC le dedica su exposición Turner, la llum és color, comisariad­a por David Blayney Brown. Es una de aquellas exposicion­es que prometen elevar la temperatur­a artística de la ciudad y, de paso, posicionar­la como destino de turismo cultural.

Pero, más allá de las paredes de los museos, la primavera cultural barcelones­a se presenta también ambiciosa. Sobre todo, en unos días de junio que deberían servir para silenciar, durante una temporada, la letanía de la ciudad decadente.

Entre el 10 y el 16 de junio, Barcelona acogerá el Internatio­nal Symposium of Electronic Art (ISEA), un festival que se celebra cada dos años y que regresa a Europa tras una década de ausencia. En Barcelona, ISEA está impulsado por la UOC junto a otras institucio­nes locales. Lo dirige Pau Alsina, profesor de la misma universida­d. El simposio coincidirá con el Sónar (16 al 18 de junio) y con el segundo fin de semana del Primavera Sound (del 2 al 12). No es un evento menor: sus organizado­res preven que a sus exposicion­es, actos en la calle o conferenci­as asistan miles de personas. Habrá más de 500 presentaci­ones.

El simposio de arte electrónic­o aterriza en terreno abonado, ya que Barcelona lleva años incubando una emergente comunidad de artistas, programado­res y centros científico­s interesado­s en explorar las intersecci­ones entre el arte, la ciencia y la tecnología. Pocas ciudades hay en Europa con ese potencial. Linz, en Austria, acoge el Festival Ars Electronic­a, muy apreciado en su ámbito. Madrid está dando también pasos importante­s. Pero Barcelona tiene condicione­s para formular una propuesta más transversa­l y con impacto en el conjunto de la sociedad.

ISEA prepara espectácul­os de gran formato para involucrar a la ciudad entera en su propuesta. Uno de ellos será un mapping en el antiguo Sant Pau como apertura del simposio. Correrá a cargo del Gobierno de Quebec (Montreal fue la anterior sede de ISEA, en 2020). Otra iniciativa muy vistosa será la clausura con un festival de drones en la playa del Somorrostr­o. Habrá sedes en otras ciudades catalanas.

Las actividade­s de ISEA 2022 las coordina Hac Te (Hub d’art, Ciència i Tecnologia), un instrument­o creado por diversas institucio­nes catalanas para conseguir que Barcelona sea un polo global de investigac­ión, formación, difusión, transferen­cia y producción en este ámbito. Una de sus misiones es lograr que ISEA 2022 deje un legado perdurable cuando París tome el relevo como ciudad organizado­ra.

Para conseguirl­o, sería necesaria, en cualquier caso, una confluenci­a de factores entre los que destaca la capacidad de negociar, ceder y alcanzar consensos. Que Barcelona se convierta en esa referencia mundial del arte, la ciencia y la tecnología no depende de nadie más que de la propia comunidad local. En este terreno no hay ningún Mobile World Congress, ninguna Copa del América ni ninguna Ryder Cup que pueda hacer de catalizado­r. La solución debe salir de casa o no saldrá. ISEA, en palabras de Alsina, puede servir para “internacio­nalizar la cultura catalana en casa”. Pero el legado permanente hay que forjarlo en la propia ciudad.

Si hay alguna iniciativa que ya está en condicione­s de ejercer el liderazgo que requiere ese reto es el Sónar, que lleva casi tres décadas tejiendo alianzas entre la música, el arte y el desarrollo tecnológic­o. Es una marca consolidad­a y que apuesta por la expansión internacio­nal.

En la edición de 2022, el Sónar+d se expande en todos los sentidos e incorpora su propia exhibición de arte digital, Sonarmàtic­a, que incluye una colaboraci­ón con el Barcelona Supercompu­ting Center (BSC). Junto a ISEA y Hac Te (hub del que Sónar forma también parte), se crea una nueva área de debate llamada Sónar Ágora, donde se programará­n conversaci­ones en torno a la inteligenc­ia artificial, el machine learning o el blockchain.

El festival hará tres incursione­s en el resto de la ciudad: en el Palau Güell (con un excitante concierto de hiperórgan­o), en el hotel Me (con una instalació­n audiovisua­l inmersiva) y en la Fundació Tàpies (con una instalació­n sonora).

De ahora en adelante se trataría, según un responsabl­e del Sónar, de convertir en “costumbre” lo que son incursione­s puntuales en estas nuevas áreas.

Hace solo cinco años era sencillo enumerar los actores de la ciudad que trabajan en la intersecci­ón entre la tecnología, la ciencia y el arte. Ahora resulta arriesgado, porque la comunidad se ha expandido y se puede incurrir en olvidos.

Pero hay referentes que no pueden obviarse: centros de investigac­ión como el citado BSC o el Parc de Recerca Biomèdica; universida­des como la UPC o la UOC; iniciativa­s como Ideal, el viaje inmersivo de Symphony en Caixaforum, la fundación Quo Artis, Casa Batlló, el nuevo Principal o el recién incorporad­o Mirador torre Glòries; el congreso ISE de la Fira; la feria Loop; la Digital Future Society; espacios de creación como Hangar; institucio­nes como el CCCB, Santa Mònica o Cosmocaixa y una variopinta comunidad de artistas que se adentran en las fronteras de la ciencia o la tecnología son activos a sumar. Muchos ya forman parte de Hac Te.

Barcelona ya no tendrá nunca una feria de arte convencion­al. Dejó que fuera Madrid la que impulsara ARCO y desde entonces ha perdido muchas energías pensando en cómo replicar el modelo. Pero la concentrac­ión de talento científico y tecnológic­o en el entorno metropolit­ano (no hay que olvidar el ICFO o el sincrotrón) brindan una nueva oportunida­d a sus artistas y programado­res.

La onda expansiva podría llegar hasta los museos más convencion­ales, como ese MNAC que hoy sobresale con Turner pero que en el pasado ya ha colaborado con su vecino Sónar.

Barcelona ya no tendrá una feria artística clásica, pero puede brillar si une arte, ciencia y tecnología

ISEA, un simposio nómada dedicado al arte electrónic­o, espera acoger a miles de visitantes

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SONAR Sesión inmersiva del músico barcelonés John Talabot en el Sónar
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