Fin al idilio de Juanpe López
Carapaz arrebata la maglia rosa al andaluz, que paga cara su valentía, en una grandísima etapa del Bora de Hindley mientras Landa salva un mal día en Turín
No hay que esperar a las etapas largas ni a la tercera semana. No se necesitan siempre puertos largos. Ni son obligatorias cimas nevadas. En una etapa con 147 kilómetros y con un punto más alto de 688 metros, el Giro cambió de manos. En una jornada con cuatro puertos de segunda categoría, la carrera se puso carísima. Inaccesible para Juanpe López, que despertó de su sueño rosa tras diez días. La soledad del sevillano en su defensa imposible del liderato contrastó con la ambición de Carapaz y con la fortaleza y la táctica del Bora de Hindley.
El doble paso por el Superga y la Maddalena fue testigo de ciclismo de muchos quilates. Las dos vueltas al circuito de Turín acabaron con la ilusión de Juanpe López, después de diez días coleccionando lobitos en el podio y honrando el rosa. La maglia rosa mudó de espalda. Carapaz es el nuevo patrón, aunque su equipo hiciese aguas en Turín, como el Trek de López. Pero las piernas de la locomotora de Carchi van mucho más.
En cambio, al ciclista de Lebrija se le cayó encima el mundo en el segundo ascenso al Superga, la tumba del gran Torino de Mazzola padre. En la primera subida, el Bora en bloque había lanzado la carrera y solo quedaban 15 ciclistas en el grupo principal, donde ya no estaban Alejandro Valverde, Arensman y Guillaume Martin.
López pagó algunas exhibiciones. Hindley hizo más pequeña la selección. Pero ahí resistía el joven líder, que incluso adelantó a Landa cuando el vasco atravesó problemas. Pero es que además se permitió salir en primera persona a un ataque del ecuatoriano. Sus ganas le jugaron una mala pasada.
Hasta que en la segunda aceleración de Carapaz le entró la crisis. Empezó a perder posiciones. No podía mantener la rueda de Landa. Tampoco la de Almeida, siempre regulando. Justo lo que no hizo López, que se quedó sin ayuda ni referencias.
Hizo solo los últimos 27 kilómetros, que se volvieron eternos. Al andaluz le cayeron los segundos como una losa. Hasta perder más de cuatro minutos. Vio sus límites, conociendo la otra cara de un Giro en el que todo le había sonreído. “Lo he dado todo. Había momentos que estaba delante. Así que sigo con la misma sonrisa de esta mañana”, decía, ya destronado.
El único pero que se le puede poner al Bora es que ni ganó la etapa ni logró el rosa. Pero eso no fue demérito suyo, sino mérito de Carapaz y de Simon Yates, que atacó sin vigilancia para ganar su segunda etapa y que estaría peleando por la general de no ser por su hundimiento en el Blockhaus. Justo lo que evitó Mikel Landa, que se apoyó en Bilbao para salvar una mala jornada. “Se ha perdido tiempo pero no se ha perdido el Giro”, analizó el alavés.c
El sevillano hizo solo los últimos 27 kilómetros, en los que el tiempo le cayó como una losa y perdió cuatro minutos