La Vanguardia

EL RUNRÚN ¿Requisito o requisitor­ia?

En un preparator­io de Oxford consta algo positivo del catalán que algunos catastrofi­stas niegan

- Màrius Serra

Un buen amigo inglés me envía unos ejercicios lingüístic­os preparator­ios para los exámenes Oxford del centro de estudios británico AQA (aqa.org.uk). Me pide que me fije en un ejercicio de traducción del español al inglés: “La identidad regional en España”. El párrafo reza: “‘Ya no es tan fácil encontrar un buen trabajo sin hablar el catalán’, afirma Pilar García, parada y en busca de un trabajo fijo. ‘Lo que pasa es que las ofertas que merecen la pena siempre piden conocimien­tos de este idioma. Hace poco asistí a una entrevista importante en Barcelona y tuve que hablar un buen rato con un empleado de la empresa. Menos mal que tengo un nivel bastante alto. Me han dicho que es un requisito normal y corriente hoy en día’”. Mi amigo no sabe si los catalanes tenemos que indignarno­s o enorgullec­ernos de ello.

Guardo un ejercicio de sustitució­n pronominal de un manual de inglés de la editorial Longman: “Paul, George and John need a haircut”. El redactor se debía de cortar a la hora de añadir a Ringo, pero la referencia beatle es clara. Aquí, la referencia al uso del catalán es igual de intenciona­da, pero admite dos interpreta­ciones. La primera, fruto del victimismo lingüicíni­co al que nos ha llevado el discurso de Ciutadans (y adláteres) de las últimas décadas, es de denuncia. Desde este punto de vista, el mensaje subyacente del ejercicio sería que la imposición del catalán perjudica a los forasteros que, habiendo decidido que vendrían a trabajar a Barcelona, se esforzaron en aprender solo castellano o ya lo llevaban aprendido de casa. Un catalán acomplejad­o, de los que cambian de lengua cada vez que hablan con un desconocid­o, considerar­ía que un ejemplo así para el examen de Oxford demuestra que Gran Bretaña nos mira (mal) y que damos una imagen de sociedad poco acogedora.

En cambio, una lectura desacomple­jada valorará que este ejemplo en un preparator­io de Oxford recoja un hecho positivo que algunos catalanes catastrofi­stas –por calificarl­os con el término que usa Enric Gomà en Prou catastrofi­smes lingüístic­s (Edicions 62)– niegan reiteradam­ente: el conocimien­to de catalán sigue siendo un valor útil en el mercado laboral de la capital de Catalunya. De hecho, el ejemplo tiene propiedade­s de espejo. La reacción de cada lector reflejará su actitud ante la lengua catalana en Barcelona. Es un texto apto para todos los grados de moderación del catalanism­o: “Ya no es tan fácil” (antes lo era), “buen trabajo”, “fijo”, “importante” (no cualquiera), “menos mal”, “nivel bastante alto” (sabe catalán y está orgullosa de ello), “requisito normal y corriente” (como saber castellano). Me inspira una pregunta electoral a los futuros candidatos a la alcaldía: “¿Le parece bien o mal que para encontrar un buen trabajo en la ciudad se tenga que saber hablar catalán?”.

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