La Vanguardia

Escarceos sexuales

- Joaquín Luna

Hay palabras que atraen como el chasquido de un látigo negro y escarceo es una de ellas. Y si el escarceo es sexual y no un movimiento del mar –otra acepción–, la cosa se pone cachonda. De ahí que ayer, tomando un café en Sevilla, me atrapase un titular del Abc sobre la Cartuja: “Los escarceos sexuales que atraen a delincuent­es”.

Al parecer, lo que atrae a los delincuent­es al entorno de la Expo de 1992 no son los escarceos sexuales en sí, sino los de las personas que acuden a la zona en busca de emociones aunque no del tipo que les procuran los malhechore­s.

Algo me dice que el diario se refiere a escarceos sexuales entre hombres, el llamado cruising, que no guarda relación con la afición de las esposas de los inversores de Texas por surcar los mares en cruceros y bailar la conga en la fiesta de gala del capitán (aunque desde lo de Schettino...).

No hay derecho de que estas cosas sucedan en pleno siglo XXI y la gente no pueda practicar el aquí te pillo, aquí te mato en lugares despoblado­s y sin cobertura lumínica, aprovechan­do la primavera sevillana y el ahorro energético.

Y es una pena porque entre los móviles –que todo lo ven y lo graban–, estos ladrones que no respetan nada y el usufructo de los pisos por parte de los hijos, los escarceos sexuales van a la baja en las calles de España, donde ya es más fácil dar con una celebració­n del Real Madrid que con unos amantes que escarcean todo lo que pueden y les dejan.

Esta vez nadie pide más policías, sino menos ladrones en la Cartuja, vía pública y, al tiempo, íntima. Alguien replicará que practiquen los escarceos en sus casas o se vayan a Cap d’agde, la Disneyland­ia del libertinaj­e, tan cerca y tan lejos de Barcelona, donde la gente practica el amor libre multitudin­ario junto al Mediterrán­eo y en cueros, lo que desincenti­va a carterista­s, navajeros o descuidero­s.

Yo sería partidario de que las ciudades añadan a los carriles bici, las playas caninas y las supermanza­nas unos espacios seguros, saludables y sostenible­s sin humo para los escarceos sexuales, lo que dinamizarí­a los barrios y la interacció­n vecinal.c

Las urbes deberían crear espacios sin humo para la práctica del escarceo sexual

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