La Vanguardia

OTAN: un éxito, pero nada que celebrar

- Josep Martí Blanch

En el 2014, Pedro Sánchez afirmaba desde la secretaría general del PSOE que a España le sobraba el Ministerio de Defensa porque lo realmente necesario y útil era invertir más en políticas sociales. En el 2018, recién llegado a la Moncloa, el presidente del Gobierno se montó una campaña de relaciones públicas a cuenta de la solidarida­d con los emigrantes autorizand­o la entrada al puerto de València del buque Aquarius, que vagaba por el Mediterrán­eo con 630 personas a bordo. Si hacemos memoria no es para afearle al presidente del Gobierno la endeblez de sus conviccion­es, sino para demostrar lo difícil que es mantenerla­s en pie cuando la realidad impone sus condicione­s, ya sea en la valla de Melilla o en el teatro bélico de operacione­s ruso-ucraniano. Si quieren un ejemplo más lejano, piensen que los verdes alemanes, presentes en el Gobierno federal, están quemando carbón para producir energía.

La OTAN ha extendido en Madrid el certificad­o de nacimiento de la nueva política de bloques. De momento, lenguaje agresivo y militariza­ción del continente europeo, también más gasto en los presupuest­os nacionales de defensa y mayor participac­ión de los estados del continente en la cuota alícuota de la organizaci­ón atlántica, como exigía el loco Trump en su día. El enemigo práctico es Rusia, y el enemigo sistémico, China, reza la nueva doctrina. Y a ello hay que aplicarse a partir de ahora. En cuestión de meses los europeos, empujados por Putin, hemos dado respuesta al examen de teoría política que consistía en imaginar la construcci­ón de un espacio de voluntad y poder propios en el Viejo

Continente, haciéndono­s un hueco entre las águilas norteameri­canas y los dragones asiáticos. Puestos ante el espejo, el reflejo que se nos devuelve es que ese sitio no existe. Europa –no digamos ya España– pesa lo que pesa en el concierto internacio­nal. Somos el frente de Estados Unidos. Y ya no nos sobra el Ministerio de Defensa. Si no les importa el color del dinero, compren acciones de empresas armamentís­ticas estadounid­ense. Estamos en guerra, y no todo el mundo pierde cuando eso sucede.

No deberíamos cegarnos por esta euforia atlántica y militarist­a en la que cuesta reconocern­os. Hacer lo que se debe moralmente, o lo que se puede, no tiene por qué aderezarse con la salsa del entusiasmo. Y estos días se advierte cierta confusión, particular­mente en el Ejecutivo español, ávido de dejar atrás los resultados en las elecciones autonómica­s con algo que se asemeje a un éxito de relumbrón. Lo que está pasando en Madrid no son buenas noticias. Son decisiones, la mayoría inevitable­s, que hacen de nuestro mundo un lugar peor a cambio de intentar evitar un escenario todavía menos halagüeño. No deberíamos olvidar la premisa de que en realidad no hay nada que celebrar.

La factura del escenario bélico nos llega mes a mes con el dato de inflación. En junio hemos sobrepasad­o los dos dígitos (10,2%) y ya nadie se atreve a pronostica­r el fin de la escalada de precios.

Lo que pasa en Madrid no son buenas noticias; son decisiones, la mayoría inevitable­s

Ucrania pone los muertos, y nosotros, el empobrecim­iento progresivo de nuestra población. No hay un gramo de sarcasmo en la frase anterior. Simplement­e la constataci­ón de un hecho que va a tener intensas consecuenc­ias en el teatro de operacione­s de la política doméstica. A la pérdida de poder adquisitiv­o hay que ir descontand­o también mayores dificultad­es de los poderes públicos para seguir tirando de chequera, toda vez que la barra libre de deuda ha dicho basta y el precio del dinero seguirá subiendo. Los planes de Alemania, según publicaban ayer los medios de ese país, son volver a la disciplina fiscal en el 2023. Si el canciller Olaf Scholz emprende ese camino, no habrá de manera de justificar que países como España sigan instalados en el fantasioso limbo de un presupuest­o expansivo. La cumbre de la OTAN es y será histórica. Un éxito, sin duda. La paradoja reside en que siendo un éxito no tengamos nada que celebrar.

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ZIPI ARAGON / EFE Cumbre de la OTAN en Madrid
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