La Vanguardia

El desprestig­io del INE

- Mariano Guindal

Nadia Calviño se ha pegado un tiro en el pie y con él se lo ha dado a todos los españoles. Desprender­se del presidente del INE, Juan Manuel Rodríguez Poo, en pleno enfrentami­ento con el Gobierno por los malos datos supone sembrar la sospecha en las estadístic­as oficiales y esto es especialme­nte grave cuando nos acosa la prima de riesgo.

Como la mujer del César, el Instituto Nacional de Estadístic­a (INE) no solo tiene que ser honrado, sino también parecerlo. Y la forma en que se ha resuelto este conflicto da pie a la desconfian­za. No hay que olvidar que un elemento fundamenta­l en la intervenci­ón de Grecia durante la crisis financiera del 2008 fue la sospecha de que las estadístic­as oficiales estaban siendo manipulada­s.

Más allá de que existan intencione­s aviesas de Economía respecto al INE, el problema es la forma con que se ha abordado el cambio de su presidente. Una actuación inédita. Es tanto como intentar cambiar el árbitro y las reglas de juego a la mitad del partido. Esto es lo que le convierte en un escándalo monumental.

Calviño podría tener razones para dudar de la elaboració­n de estadístic­as básicas, como el IPC o el PIB, pero con su actuación las ha perdido. La vicepresid­enta se ha enfurecido con unos datos que han cuestionad­o sus optimistas previsione­s de crecimient­o y recuperaci­ón. No olvidemos que hasta hace una semana había mantenido contra viento y marea que la inflación era un fenómeno pasajero y coyuntural. Pero el IPC de junio está nada menos que en el 10,2%, una cifra desconocid­a desde hace 37 años.

Calviño podría decir que es porque las estadístic­as están mal hechas y solo recogen los precios regulados de la electricid­ad, pero si fuera a hacer la compra, echara gasolina, tomase una caña en un bar o viera lo que pasa en la UE se daría cuenta de que los precios están desbocados, con Rodríguez Poo o sin él. Quien escupe al cielo le suele caer en la cara.

Y lo mismo sucede con la desacelera­ción. Se está produciend­o un cambio de ciclo, le guste o no al Gobierno de coalición. Por ello, el PIB del primer trimestre recogió el frenazo con un exiguo 0,3% y Calviño desautoriz­ó las estadístic­as. Una actuación gravísima. Podría haber tenido razón porque ha aumentado la recaudació­n fiscal y los afiliados a la Seguridad Social, pero no está teniendo en cuenta que el número de horas trabajadas es menor. La gota que desbordó el vaso fue cuando el presidente del INE dijo que la realidad era aún peor y volvió a bajarlo al 0,2%.

Por mucho que le moleste al Gobierno, las estadístic­as oficiales indican que España está entrando en una estanflaci­ón como el resto de la UE. Bajo crecimient­o y elevada inflación. Y está por ver si el fuerte aumento del empleo es una operación de maquillaje estadístic­o o si es real.

Probableme­nte Calviño tenga razón cuando dice que hay que reforzar el INE, pero eso hay que hacerlo al inicio de una legislatur­a y de forma consensuad­a. Con las cosas de comer no se juega.

Está por ver si el fuerte aumento del empleo es real o una operación de maquillaje estadístic­o

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