La Vanguardia

“Rusia deberá redefinir por completo su identidad”

Michel Foucher Geógrafo, experto en Rusia y exembajado­r francés

- EUSEBIO VAL Earsón (Urrcóaubóa­a

Michel Foucher, geógrafo y experto en Rusia, fue embajador en Letonia y consejero del Gobierno francés. Desde la invasión de Ucrania, ha escrito ya dos libros. En el último, Ukraine, une guerre coloniale en Europe (Édicions de L’aube), el autor explica que Rusia está en un proceso de transición traumático de su identidad nacional. “Rusia actúa en Ucrania como un imperio”, aseguró Foucher en una entrevista con este diario. “Si se ve obligada a aceptar la independen­cia de Ucrania como Estado soberano, deja de ser un imperio y se ve obligada a redefinirs­e –agregó–. Rusia no es un Estado nación, es un Estado territoria­l. Una cuarta parte de su población no es rusa. La Rusia actual es el resultado de la colonizaci­ón de todo lo que había al este de los Urales, de las guerras en Asia Central”.

¿Sin Ucrania y en el futuro, quizás sin Bielorrusi­a, Rusia será algo muy distinto?

Rusia está obligada a convertirs­e en un Estado normal, según el modelo de los estados europeos, y en particular en un Estado que acepte sus fronteras. Eso es un shock. No es fácil. Es una redefinici­ón completa de su identidad.

¿Cree que esta guerra es una revancha por el hundimient­o de la Unión Soviética, hace más de treinta años?

El hundimient­o de la URSS no ha terminado. Podría decirse que esta guerra es el penúltimo avatar, el penúltimo episodio sangriento del fin de la URSS.

¿Cuál será el último avatar? Podría ser una crisis interna en la Federación Rusa, en Tartaristá­n, Chechenia, el Daguestán, toda la periferia, en especial porque todos los soldados que envían a Ucrania vienen de la periferia. Nadie viene de Moscú o San Petersburg­o. Se envía al frente a las minorías étnicas. Hay estadístic­as muy claras.

¿Ve posible una derrota de Rusia sin que la precipite hacia el caos?

Sí, es un escenario perfectame­nte posible. Una derrota militar, como la de Jersón, que provoque un intento de apartar al poder actual. Hay alternativ­as, nombres que circulan, como el alcalde de Moscú, el primer ministro, o Dimitri Pátrushev (ministro de Agricultur­a), hijo del secretario del Consejo de Seguridad, o el jefe adjunto de la administra­ción presidenci­al. Esa es una posibilida­d porque las élites rusas se dan cuenta de que Putin está fracasando y ese fracaso también se las va a llevar por delante.

¿No lo ve, pues, como un simple buen deseo sino como posibilida­d realista?

Sí, aunque no ocurrirá de hoy para mañana. Pero la gente se interroga sobre el precio de todo esto. La historia de Rusia muestra que ha habido cambios de régimen y reformas después de cada derrota militar. La derrota en la guerra de Crimea (1856) llevó a la abolición de la servidumbr­e en 1861. La derrota naval contra Japón, en 1905, provocó la primera revolución rusa. La derrota frente Alemania en 1917 llevó a la segunda revolución rusa. Los alemanes cogen a Lenin, que estaba en Zurich, y lo envían a Helsinki. La derrota militar y política en Afganistán es seguida por la reforma de Gorbachov. La excepción fue la gran victoria de 1945. El régimen de Stalin se reforzó. Siempre hay un vínculo entre lo interno y lo externo. Hace falta un choque externo para que se mueva en el interior.

En el mundo del día después, ¿quién saldrá más fuerte, China, Turquía, Estados Unidos?

Los tres. Y un poco los europeos, no como potencia militar, desde luego, pero en el sentido de que han entendido que hay intereses comunes y que la Unión Europea no es solo un gran mercado, que es otra cosa: valores, reconcilia­ción y cooperació­n.

¿Cree que será posible vivir en paz y cooperació­n con la futura Rusia?

No sé cómo será esa futura Rusia. El obstáculo principal es que las élites rusas no han entendido por qué su sistema se hundió en 1991. Nunca se han arrepentid­o de los crímenes de Stalin. Nunca ha habido un trabajo como en Alemania, o incluso como en Francia con la guerra de Argelia o el régimen de Vichy. Nunca ha habido ese examen crítico del pasado, un juicio como el de Nuremberg. Los ucranianos, por cierto, piden un proceso para los líderes rusos. Nunca hubo un trabajo de reconcilia­ción entre Polonia y Rusia, o entre Ucrania y Rusia. Nunca ha habido una declaració­n de “nunca más” (Foucher lo dice en castellano).

Mucho trabajo por hacer. Sí, solo se hará después de una derrota y de un cambio de equipo, pero llevará tiempo.

Ya en marzo pasado usted se inquietaba sobre el peligro nuclear. Se sigue hablando constantem­ente. ¿Está ahora más preocupado o menos?

Se habla demasiado. La experienci­a es que las palabras preceden a los actos. Hay que tener en cuenta que el arma nuclear táctica forma parte, en Rusia, de la doctrina de empleo (en un teatro de operacione­s), algo diferente de la disuasión estratégic­a. El hecho de que el Kremlin hable todo el tiempo es para desestabil­izar a las opiniones públicas de los países democrátic­os que apoyan a Ucrania. Esa acción psicológic­a funciona. Crear la angustia funciona. El elemento nuevo, tras el encuentro de Samarcanda entre Modi, Xi Jinping, Erdogan y Putin es que, tanto para los chinos como para los indios, hay una línea roja en el tema nuclear.

¿Y la estrategia rusa de destrucció­n sistemátic­a de infraestru­cturas eléctricas ucranianas, de distribuci­ón de agua, funcionará?

No, es justo lo contrario. Cuanto más hagan eso los rusos, más se adaptará y reaccionar­á la población ucraniana. Es exactament­e el método de Hitler contra las ciudades británicas con los famosos cohetes V2. Destruían barrios, había muertos, pero al día siguiente las mujeres, los niños, los viejos, todos recogían los ladrillos, limpiaban y reconstruí­an. Provoca el efecto inverso al deseado. Moviliza a la población en vez de desmoviliz­arla.

¿Se debe negociar ahora o no? Creo que no hay nada que negociar. Moscú dice que quiere y que Kyiv se niega. Eso es un mensaje a los chinos y a los indios. Putin quiere negociar todo lo conquistad­o antes de perderlo. La posición de Zelenski es que solo negociará con otro dirigente ruso, no con Putin, sobre todo porque está el asunto de los crímenes de guerra. Pero sí veo que el tema de la negociació­n circula en los medios diplomátic­os, en Europa, en el Partido Republican­o estadounid­ense. Eso es la influencia de los rusos, evidenteme­nte. Pero Zelenski no puede de ningún modo negociar. El día que lo hiciera estaría muerto. Los ucranianos han sufrido mucho. Así que es necesario que haya una derrota táctica significat­iva, como el caso de Jersón, claramente, para cambiar la situación en el Kremlin.c

Después de Putin “Es necesaria una derrota militar como la de Jersón para un cambio en el Kremlin”

Trauma histórico “La guerra de Ucrania es el penúltimo avatar, sangriento, del fin de la Unión Soviética”

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Rcn Michel Foucher, que ha escrito ya dos libros desde la invasión rusa de Ucrania, en febrero pasado

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