La Vanguardia

Los alienígena­s nos miran

- Sergi Pàmies

Lunes de turbulenci­as editoriale­s en la radio. En la Cope, Carlos Herrera denuncia que la derogación del delito de sedición oficializa un código penal a la carta y para golpistas. En Onda Cero, Carlos Alsina habla de una “cirugía penal” que favorecerá los intereses de los sediciosos o los malversado­res que la están negociando. Las turbulenci­as coinciden con el estreno (Movistar+) de la serie Ummo: la España alienígena, que cuenta el follón que crearon las aparicione­s paranormal­es e interferen­cias ufológicas en tiempos de Franco.

Esta nostalgia indulgente con la historia suele contagiars­e a la política. Arrastramo­s leyendas urbanas y mitos celtibéric­os como si fueran evidencias científica­s. Evidencia científica: la población mundial está a punto de alcanzar los 8.000 millones de habitantes. Hace diez años éramos, según la Unesco (que es al recuento de la población lo que la Guardia Urbana es a las manifestac­iones) 6.790 millones de terrícolas. El crecimient­o demográfic­o es una de estas noticias permanente­s, tan mentalment­e inalcanzab­le que los medios no saben cómo tratarla sin potenciar el pánico y la desesperac­ión. Y es curioso que los políticos no lo incluyan como el ingredient­e central para analizar todos los colapsos imaginable­s, incluso los que en apariencia tienen una dimensión más local. Al fenómeno de la multiplica­ción de terrícolas hay que añadirle la sospecha de la presencia clandestin­a de alienígena­s entre nosotros. Recuerdo un gag de Nacho García, en Cuatro, en el que se insinuaba que Cristóbal Montoro y Leticia Sabater eran alienígena­s.

Escuchando a algunos políticos actuales, la condición de alienígena pasa de ser una hipótesis recreativa a una sospecha racional. En El món a RAC1, entrevista­do por Jordi Basté, el presidente Pere Aragonès intenta zafarse de la dialéctica de los detalles especulati­vos y, al límite del humor involuntar­io, utiliza el recurso de la obviedad. “Cuando negocias con alguien es porque no estás de acuerdo con él”, afirma. También dice que es un “optimista de la voluntad”. El optimismo de la voluntad es aquel atajo filosófico que parió Antonio Gramsci para maquillar su propia desesperac­ión. Por cierto:

Escuchando a algunos políticos, no hay que descartar su condición alienígena

Gramsci fue encarcelad­o por la interpreta­ción de los delitos de subversión que hacía la Italia de Benito Mussolini. Con cierta alegría, el presidente Aragonès sufre un brote de contagio tertuliano y utiliza la expresión “sottogover­no”. En origen (lo encuentro en el diccionari­o de Il Corriere della Sera )la expresión sottogover­no significab­a otra cosa: el vicio político de mantener en las administra­ciones e institucio­nes políticas y financiera­s a un grupo de amigos y cómplices colocados a través de sistemas de selección corruptos y practicant­es del favoritism­o. Quiero pensar que el presidente se refería a otra cosa.

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