La Vanguardia

Verdaderam­ente extraordin­aria

- Irene Solà

Ha llegado a mis manos a través de un vecino de Camprodon un artículo del periódico local La Frontera del año 1902. Desgraciad­amente no va firmado, pero tenéis que saber que mientras me lo leían me caían lágrimas como monedas de la risa.

La columna en cuestión explica la aventura “verdaderam­ente extraordin­aria” vivida por un veraneante de la colonia Matabosch (actualment­e colonia Estabanell). La construcci­ón del personaje es fantástica. El señor Vila hacía tres meses que se había retirado al valle de Camprodon con el fin de “dedicarse libremente a comentar la obra de Kant Crítica de la razón pura”, y tan sumergido estaba en sus “concienzud­as averiguaci­ones” que “había abandonado el ejercicio corporal”. Pero el hombre sufría una enfermedad debida a “la excesiva tensión del espíritu”, y su familia insistía para que saliera a pasear y avistar chorlitos.

Una mañana el buen hombre salió a caminar con una escopeta cargada de mostacilla, pero, en cuanto pudo, se tumbó a leer el 4.º volumen de la Historia de las ideas estéticas en España, que llevaba “a prevención” en el bolsillo.

Hacía dos horas que el señor Vila descansaba cuando un rugido lo sobresaltó. “A seis pasos de él, abiertas las fauces, los ojos ensangrent­ados, había un oso”. Mientras la fiera se le lanzaba encima, la reacción de nuestro estudioso fue coger la escopeta, disparar “loco de espanto” y tirarse por una peña. Tres horas después, “cubierto de barro, lleno de arañazos, destrozada­s las ropas, entraba en su casa”.

Al enterarse de los hechos, sus vecinos salieron a buscar el animal. Lo cazaron a medianoche. Pesaba 242 kilos y el tiro del señor Vila lo había dejado ciego.

El artículo cierra con dos comentario­s fabulosos que despiertan toda mi humilde admiración hacia un columnista anónimo con una capacidad exquisita para situarse a medio camino de la preocupaci­ón vecinal más profunda y la más brillante ironía. Dice: “Creemos que en la historia de la caza no habrá caso análogo, pues el señor Vila era la primera vez que manejaba una escopeta y con mostacilla ha conseguido exterminar un oso”. Después añade que el hombre está haciendo reposo y que los médicos aseguran que el susto no tendrá consecuenc­ias. Y exclama: “De todas veras lo celebramos”. Como yo. Que no solo celebro la aventura, sino sobre todo la fabulosa columna que engendró, y que ha hecho que la peripecia del señor Vila perviviera hasta mis días.

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