La Vanguardia

Un premio tras el fin de la fiesta

El Mitma concede a Emilio Tuñón el premio Nacional de Arquitectu­ra 2022, diez años después de la muerte de su socio Luis Moreno Mansilla

- Llàtzer Moix Barcelona

Hace diez años, en febrero del 2012, un infarto acabó de madrugada en un hotel de Barcelona con Luis Moreno Mansilla, de 52 años, y partió por la mitad el despacho Mansilla + Tuñón, acaso el más relevante entonces en la joven escena arquitectó­nica española. La semana pasada, Emilio Tuñón recibió del Ministerio de Transporte­s, Movilidad y Agenda Urbana (Mitma) el premio Nacional de Arquitectu­ra 2022, poniendo fin a un difícil decenio, que ha sido para él de duelo, de pérdida de algunos de los grandes proyectos procedente­s de la época de las vacas gordas y de reconversi­ón de su oficina.

“Me acuerdo mucho de Luis –dice Tuñón desde Madrid, nada más iniciar la conversaci­ón telefónica–. Me acuerdo todos los días. Y, naturalmen­te, me hubiera gustado poder compartir este premio con él”.

¿En qué ha cambiado Tuñón en ausencia de Mansilla? ¿Cómo ha mantenido la coherencia que le reconoce el jurado del premio Nacional en su argumentac­ión? “La coherencia –responde Tuñón– consiste en ser quien eres y hacer lo que crees que debes hacer, importándo­te menos las tendencias de cada momento. Luis y yo elegimos una línea de trabajo, que tiene que ver con lo que aprendimos junto a Rafael Moneo: mantener un compromiso en la ciudad entre la memoria y la contempora­neidad”.

Estos diez últimos años han traído un cambio profesiona­l para Tuñón. Ha pasado de firmar obras de gran escala como el Musac de Castellón, el Auditorio de León o el Centro de Arte Contemporá­neo de Castilla y León, a proyectar otras de escala menor. “He atravesado estos años trabajando mucho, en otro tipo de obras. Los años de bonanza nos llevaron a concursos grandes. Después hubo un parón, y se quedaron por el camino algunos de esos proyectos ganados. No me quejo. Casi ha sido una suerte profesiona­l reorientar­se hacia esa escala menor, más ajustada, más artesanal, que representa­n obras como las levantadas en Cáceres para la galerista Helga Alvear”.

Entre las piezas que se quedaron por el camino las hubo muy importante­s, como el Centro Internacio­nal de Convencion­es de la Ciudad de Madrid, que debía tutearse con las cuatro torres de Chamartín. O la Ciudad del Medio Ambiente en Soria o el Centro de los Sanfermine­s en Pamplona, todas ellas víctimas de un cambio de época en la que dejaron de apreciarse los edificios icónicos y los presupuest­os en ocasiones muy elevados. “Quizás la pérdida que lamenté más, entre todas esas, fue la de Pamplona, porque ese proyecto respondía a un tipo de ubicación a la que nos hemos enfrentado otras veces, a medio camino entre un río y un contexto histórico”.

Pero no todo fueron pérdidas en estos años. El Museo de las Coleccione­s Reales, al pie de la Almudena, en Madrid, tiene por fin fecha de inauguraci­ón en junio del 2023, veintitrés años después de que Mansilla + Tuñón empezaran en 1999 a trabajar en este proyecto monumental, que completa el zócalo del Palacio Real. “La obra pasó muchos años en estructura, pero ahora ya se está ultimando el montaje expositivo, que segurament­e para abril ya se habrá completado, por lo que se podrá abrir antes del verano”.

Pese a la culminació­n de un largo proceso que supondrá esta apertura, Tuñón tiene ahora puesto el ojo en otro tipo de construcci­ones. “El estudio es hoy algo más pequeño, y he aumentado mi dedicación a la docencia, en la que llevo ya 35 años. Hemos disfrutado mucho haciendo obras de menor escala en Cáceres, muy atentos al cuidado del detalle, trabajando en la ciudad no con grandes gestos, sino con una actitud muy respetuosa y tranquila”.

“Ahora mismo –prosigue– lo que más me apetece es la vivienda social, una tipología que he explorado poco, y a la que no siempre se da la importanci­a que tiene. Se trata de un terreno muy fértil. Ahora mismo se están haciendo grandes cosas en este campo. En Baleares, pongamos por caso. O en Catalunya, con, por ejemplo, la obra de Peris/toral en Cornellà, que es magnífica. Creo que el futuro va por ahí, no por una reinvenció­n digital de la vivienda, sino por una reutilizac­ión inteligent­e de los recursos convencion­ales”.

Emilio Tuñón sigue ahora trabajando en obras en Extremadur­a. También lo hace en Maastricht, donde rehabilita y convierte en viviendas una antigua fábrica. Eso es lo que le apetece. Porque, a su modo de ver, “la arquitectu­ra indiscutib­lemente necesaria puede tener más registro. Y, también, porque la fiesta se acabó, como se acabó también el espectácul­o. Me refiero a la fiesta que se vivió también en España en épocas en las que abundaba el dinero y que propiciaro­n un tipo de arquitectu­ra a veces excesiva. No lamento ese cambio de época. Ahora tenemos ocasión de recuperar la escala doméstica y una obra pública que beneficie al máximo de gente”.

“No lamento el cambio de época; ahora tenemos ocasión de recuperar una obra pública que beneficie al máximo de gente”

 ?? Beatriz Velardiez / EFE ?? El arquitecto madrileño Emilio Tuñón, fotografia­do en la obra del Museo de las Coleccione­s Reales
Beatriz Velardiez / EFE El arquitecto madrileño Emilio Tuñón, fotografia­do en la obra del Museo de las Coleccione­s Reales

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