La Vanguardia

Los tejedores de redes

- Josep Maria Ruiz Simon

El tejedor de redes, conocido en inglés como the networker, es un personaje habitual en la literatura para emprendedo­res. En El nuevo espíritu del capitalism­o, Luc Bolstanski y Ève Chiapello lo caracteriz­an a partir del retrato que traza el sociólogo Ronald Burt en sus publicacio­nes sobre los “agujeros estructura­les”, un concepto que forma parte de la teoría de las redes, que teoriza sobre las estructura­s sociales que se tejen a través de la interacció­n entre individuos, grupos u organizaci­ones. Burt denomina “agujeros estructura­les” los elementos de una red que, una vez llenados, conectan otros elementos de la misma red que, cuando estaban vacíos, no estaban conectados por ninguna otra vía. Y afirma que el primer objetivo del tejedor de redes es acumular “capital social” llenando con su presencia este tipo de agujeros para ir ganando posiciones que le permitan el acceso a informació­n exclusiva y el control general del tráfico de la comunicaci­ón entre otros actores no directamen­te interconec­tados.

Una vez logradas estas posiciones por los medios consuetudi­narios, su trabajo consiste en convertir los vínculos y las informacio­nes que le procuran en ventajas competitiv­as y, en consecuenc­ia, en beneficios materiales (ingresos) y simbólicos (como la fama de ser influyente). Si se analiza bien este comportami­ento, que no difiere del propio de los comisionis­tas y los conseguido­res, no resulta extraño que la teoría de los “agujeros estructura­les”, que Burt propuso para argumentar las ventajas que la asimetría informativ­a puede otorgar en el mundo de la empresa, haya sido luego aplicada al estudio de las causas de la corrupción política y de las fuentes de poder en las sociedades mafiosas.

Como señalan Boltanski y Chiapello, la peculiarid­ad estilístic­a de los trabajos sociológic­os de Burt radica en su hibridez, en la manera como combina “la teoría formal y el manual de consejos para mánagers ambiciosos”. De acuerdo con la tradición de este último género literario, Burt no se limita a explicar los motivos por los que sería rentable, para ellos e incluso para sus empresas, la manera de hacer de los tejedores de redes, sino que, elogiando este comportami­ento y vituperand­o el contrario, convierte la descripció­n en prescripci­ón, como si tal estrategia fuera el modelo que debería seguir cualquier persona que tomara racionalme­nte sus decisiones. En el siglo XIX, el aprendizaj­e del cinismo y los esplendore­s y las miserias de los arribistas y los tejedores de redes se podían leer, descritas con la mirada del entomólogo, en las novelas de Balzac. Vistos con los ojos de Burt, estos personajes se convierten en ejemplos que ilustran las competenci­as virtuosas que una sociedad supuestame­nte meritocrát­ica recompensa con el éxito. Es decir: ese tipo de competenci­as que, según el discurso de la reforma de la educación, pueden adquirirse gracias a la introducci­ón de la cultura y los valores del emprendimi­ento en las escuelas.

La teoría de Ronald Burt de los “agujeros estructura­les” sigue siendo básica para la conexión entre redes

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