La mirada de Zóbel a los maestros toma El Prado
El Museo del Prado se lanza de nuevo al arte contemporáneo. Y lo hace a través de una figura irrepetible, la de Fernando Zóbel (Manila, 1924-Roma, 1984). Un artista cosmopolita en el cruce entre Oriente y Occidente que fue capaz de fundar dos museos, incluido el de Arte Abstracto de Cuenca en 1966, un espacio fundamental para una España que se encontraba en pleno franquismo. Un creador que no vio en la tradición un obstáculo para la modernidad sino que pasó largas jornadas en el Prado realizando dibujos a partir de las obras de los grandes maestros, muchas de las cuáles llevaría luego a su propio lenguaje abstracto, fueran Degas, Zurbarán o Rubens, como ahora muestra hasta el 5 de marzo la exposición Zóbel. El futuro del pasado. En ella se pueden ver lienzos del pintor, nacido en Filipinas de familia española, que parecen totalmente abstractos, como El sueño de la damisela, hasta que a su lado se contempla la Alegoría de la castidad, de Lorenzo Lotto, en el que se basa y cuyas imágenes sintetiza. Manuel Fontán, comisario de la muestra junto a Felipe Pereda –que ocupa la cátedra Zóbel de arte español en Harvard–, explica que “su gran obra abstracta se produce casi por evaporación, por sublimación, por el paso directo de lo sólido a lo gaseoso, de un paisaje sólido a esa especie de abstracción lírica, espiritual y evanescente que son las pinturas de Fernando Zóbel”. Unas pinturas en la que la abstracción occidental de Kline, Rothko y Pollock se funde con la herencia del arte asiático, especialmente la caligrafía chino-japonesa y artistas como Shiko Munakata. Felipe Pereda remarca que Zóbel es autor de “una originalísima propuesta sobre cómo entender la modernidad no como la ruptura de la vanguardia con la tradición, sino como una forma de reinvención del pasado; no como algo para olvidar, sino para volver a imaginar”, y destaca que “el arte es para Zóbel una manera de aprender a ver y enseñar a ver”.