Brindar por el aguante
Aguantamos el frío del ártico, el calor del Trópico. Aguantamos con anticuerpos los virus microscópicos. Aguantamos las tormentas, huracanes, el mal clima. Aguantamos Nagasaki, aguantamos Hiroshima. Aunque no queramos, aguantamos nuevas leyes. Aguantamos hoy por hoy que todavía existan reyes. Castigamos al humilde y aguantamos al cruel. Aguantamos ser esclavos por nuestro color de piel. Aguantamos cualquier tipo de dolor aunque nos duela. Aguantamos Pinochet, aguantamos a Videla. Aguantamos más de veinte campos de concentración. Cuando nadas bajo el agua aguantas la respiración. Aguantamos que Monsanto infecte nuestra comida. Aguantamos el agente naranja y los pesticidas. Cuando navegamos, aguantamos el mareo. Aguantamos el salario mínimo y el desempleo. Y dentro de la lógica de nuestra humanidad, nos creemos la mentira y nadie aguanta la verdad”.
Llevo días martilleándome con estos versos creados y rapeados por el puertorriqueño René Pérez, de Calle 13. No se puede usar menos palabras y mejor lírica para sintetizar con tanta habilidad y tanto tiento los grandes males sufridos por la humanidad. Es un canto a la resistencia, al aguante y a la adaptación al medio. Hemos nacido para soportar todo tipo de injusticias. En algunos casos, luchamos contra ellas. En otros, miramos hacia otro lado. Nos moldeamos y, aunque parezca imposible, tiramos hacia delante. La historia no se para. Seguimos, aunque en nuestro currículum como humanidad tengamos episodios como mínimo detestables.
Esa contradicción forma parte de nuestra vida. Nos enfrentamos a ella a diario. Y a pesar del daño que sabemos que puede provocar nuestro comportamiento decidimos cargar con esa responsabilidad. No boicoteamos porque preferimos nuestra comodidad. Creamos nuestro propio código moral para que sea lo suficientemente laxo, y así tenemos atajos para sobrevivir.
Soy de los que piensan que el cambio climático nos va a pasar factura. Pero tengo que viajar el lunes a Madrid, y es probable que coja el puente aéreo aunque sé que en AVE contaminaría mucho menos. Pero total, si el avión va a salir igualmente vaya yo o no vaya. No compro en Amazon, porque considero que va a acabar con el poco pequeño comercio que queda en mi barrio. Pero estoy suscrito a la plataforma audiovisual que se financia con el comercio que intento combatir. Y en las pausas publicitarias de mi programa aparecen anuncios de la compañía de Jeff Bezos, o sea, que es probable que una parte de mi sueldo venga de ahí. Condeno que en España viviésemos durante 40 años bajo la dictadura del general Franco, pero quién sabe si alguno de los accionistas de la compañía para la que trabajo o del diario en el que escribo se benefició o colaboró con él. Y no por eso me planto y decido publicar en un fanzine libre de toda mancha.
Detesto a la FIFA y a sus mandatarios. Me da asco el fútbol moderno, carente del romanticismo que le presuponía. Considero que es una vergüenza que el Mundial se celebre en Qatar. Hace trece años hice un programa sobre ese país cuando patrocinaba al Barça, y desde la directiva del club filtraron a la prensa que habíamos cobrado de la oposición para emitirlo. El programa pasó sin pena ni gloria. Y aunque hablé personalmente con trabajadores que levantaban estadios y narraban unas condiciones laborales que rayaban en la esclavitud, el miércoles que viene veré el España-costa Rica que se disputará en el estadio Al Zumama de Doha y no me acordaré de ninguno de ellos. Sacaré un par de cervezas de las que no me podría beber en las calles de Doha y brindaré por el aguante.c
Veré el España-costa Rica y no me acordaré de los trabajadores que levantaron los estadios