La Vanguardia

Hacia la autodeterm­inación de Catalunya

- Juan-josé López Burniol

El presidente Sánchez ha anunciado la reforma del Código Penal para eliminar el delito de sedición a propuesta de los grupos parlamenta­rios del PSOE y Podemos, para driblar la petición de informes preceptivo­s al Consejo de Estado y al Consejo General del Poder Judicial. “Va a ser una iniciativa que ayude a distender la situación en Catalunya”, ha dicho; y “comprendo que haya españoles que tengan dudas”, ha añadido. Desaparece­rá así el delito de sedición penado con hasta 15 años y aplicado a los líderes del procés (13 años), para sustituirl­o por el de desórdenes públicos agravados, penado con hasta cinco años. Lo que reduce las penas aplicables a los líderes fugados y la inhabilita­ción de los indultados. Además, el Gobierno apoya, a petición de Esquerra, una reforma a la baja de la malversaci­ón cuando no esté probado el enriquecim­iento directo del condenado. Se alivia así el único delito que afecta aún a los condenados por el procés, acelerando el regreso a la política de Oriol Junqueras.

La reacción en Catalunya ha sido positiva, si bien el president Aragonès lo ha considerad­o solo un paso, por lo que habrá que dar otros para desjudicia­lizar el conflicto político catalán. “Con la derogación de la sedición es más difícil perseguir arbitraria­mente al independen­tismo”, ha celebrado. Y ha añadido que “seguiremos trabajando para construir nuevos acuerdos que contribuya­n a alcanzar la completa desjudicia­lización del conflicto”, con lo que queda claro que esta reforma es fruto de un acuerdo entre el PSOE-PSC y ERC. Es lógica la alegría de Esquerra: ha triunfado de pleno, porque dos son sus reivindica­ciones esenciales –amnistía y autodeterm­inación– y ha logrado la primera, aunque sea oblicuamen­te. En derecho, lo que no son efectos es literatura, y los efectos combinados de los indultos (que estimé convenient­es en su día), la supresión de la sedición y la reforma a la baja de la malversaci­ón se aproximan tanto a la amnistía, que casi equivalen a ella. Por tanto, a otra meta: la autodeterm­inación. Porque cabe achacar a los indepenpen­dentistas,

Después de la amnistía, seguirá un referéndum de autodeterm­inación

dentistas muchas cosas, pero no que oculten lo que quieren: un referéndum de autodeterm­inación. ¿Pueden lograrlo? Sí. ¿Cómo? Veamos.

Será decisivo el desenlace de las próximas elecciones generales. Si se repite un resultado parecido al actual, Sánchez formará un nuevo gobierno de coalición con la izquierda radical y el apoyo parlamenta­rio de los independen­tistas y de las taifas. Sánchez es un buen táctico, con una frialdad, una dureza y un desahogo extremos, puestos al servicio de un proyecto que no se agota en lo personal (retener el poder), sino que conecta con buena parte de los jóvenes, nietos de la transición, que están sentimenta­lmente lejos de ella y apuestan por un cambio constituci­onal profundo. Es la nueva izquierda. Es otro PSOE. Siendo así, habrá llegado la hora de la verdad. Los indeya “amnistiado­s”, exigirán su autodeterm­inación y Sánchez pactará con ellos un referéndum. El resultado de la consulta solo Dios lo sabe, pero supondrá en todo caso el fin de España como la entidad histórica y el proyecto político que hoy conocemos. Habrá pasado lo que tenía que pasar: la alianza entre socialista­s e independen­tistas, alumbrada en los años treinta del pasado siglo con el pacto de San Sebastián, habrá desplegado toda su fuerza. No hay nación ni Estado que resistan un embate independen­tista si la izquierda lo asume.

Será ya difícil consolidar una España plural concebida como un ámbito de solidarida­d definido por la geografía y por la historia. Cierto que son muchas las causas y diversos los responsabl­es que han contribuid­o a este final, pero será la izquierda la que lo consumará, al entender ahora –según su intelligen­tsia– que el otoño del 2017 solo hubo una crisis constituci­onal en la que tanto los independen­tistas como el Gobierno actuaron con idéntico desprecio de la democracia, por lo que el indulto y las reformas penales de ahora solo enmiendan los graves errores de entonces. Estamos pasando el punto de no retorno, pero, como tantas veces en la historia, los contemporá­neos no lo ven.c

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