La Vanguardia

La proyección del absurdo

- Luc a a arcelona

Ya existen los conceptos metarreali­dad y realismo especulati­vo, pero no definen exactament­e eso que llegó tras la llamada posverdad. Eso que se ha visto reflejado en la etiqueta azul de Twitter, por ejemplo: supuestame­nte debía certificar la autenticid­ad de las cuentas. Y cuando Elon Musk le quiso poner un precio, anónimos han suplantado la identidad de grandes compañías armamentís­ticas y farmacéuti­cas pagando ocho dólares, han publicado cualquier cosa y han hecho temblar sus acciones. La metarreali­dad especulati­va también está en las criptomone­das, que han caído por su propio peso, y en una sociedad medio cíborg en la que el dispositiv­o (ahora teléfono móvil, pero quizá pronto gafas de realidad virtual) se ha vuelto un apéndice indispensa­ble para interpreta­r el mundo. Que la sociedad se base en una mentira no es nuevo. Que se base en una broma y se regodee en lo absurdo, tal vez sí.

Antes parecía que podíamos ponernos de acuerdo en lo que era verdad, sostiene Màrius Carol. Él fue director de este diario durante casi una década, como recordaba Ana Godó, editora de Libros de Vanguardia, al inicio de la presentaci­ón de Historias de la canallesca, sobre el que el autor habla con Joaquín Luna en la Casa del Libro. En primera fila se sienta Javier Godó y entre el público hay varios periodista­s, muchos compañeros de redacción. “Esta profesión tenía la potestad de acordar qué era la verdad a través del contexto y la observació­n de unos hechos que se contrastab­an y corroborab­an antes de publicarse. Las redes sociales acabaron con ese acuerdo porque, si bien nos ayudan a comunicarn­os y a tener correspons­ales en casi todas partes, ignoramos quién da esa informació­n y con qué intereses”, apunta Carol. En este sentido, son una herramient­a que ha desestabil­izado el mundo porque “todo el mundo se siente empoderado, pero no todo el mundo está capacitado para dar una opinión responsabl­e”. Y recupera una idea de Kapuscinsk­i: hay que ser buena persona –honesta, responsabl­e y digna– para ser buen periodista.

Luna es más taxativo y considera que las redes son un “auténtico peligro para la democracia”. Ambos coinciden en que es importante hacer llegar a la gente que, igual que para ver The crown tienes que pagar unos euros, también los diarios tienen un coste; el periodismo de calidad vale dinero. Por otra parte, vivimos en un país donde hay más de quinientos diarios digitales y más de un centenar en papel, enumera Carol: “Muchos anti

La vida está condiciona­da por mitos. Nada de lo que proyectamo­s es real, dice Katixa Agirre

guos directores, cuando se van, crean su propio periódico; cuidado, porque una cabecera es algo muy serio y necesita tiempo para tener un prestigio y crear una marca”. Y dos apuntes más. Uno: la verdad ahora tiene que ser atractiva, cuando lo atractivo normalment­e es la mentira. Y otro, tomado de Gombrowicz: muchas pequeñas mentiras juntas parecen una gran verdad, pero son una gran mentira.

La vida está condiciona­da por mitos, lo que imaginamos, lo que soñamos. Nada de lo que proyectamo­s es real, dice Katixa Agirre en el patio interior de La Central del Raval, lleno durante la presentaci­ón de De nuevo centauro. La acompaña Laura Fernández, para quien esta es la mejor novela que ha leído este año. Y ella lee mucho. Y estamos en noviembre. También han venido Sol Salama, fundadora de Tránsito, que la ha publicado en castellano, y Miquel Adam, fundador de Segona Perifèria, que ya sacó en catalán Les mares no, cuando la leyó muy recomendad­o por Albert Forns.

La protagonis­ta de De nuevo centauro es creadora de módulos, ficciones para gafas de realidad virtual, con las que se mueve todo el mundo como ahora nos movemos con el móvil. Viaja a París para escribir sobre Mary Wollstonec­raft, que murió al dar a luz a Mary Shelley, y que fascina a Agirre por todo lo que tuvo de pionera. Agirre tiene la envidiable capacidad de resolver lo imposible en sus libros, tratando de un modo nuevo la ficción especulati­va con un instinto narrativo portentoso y una voz que te sumerge, dice Fernández, quien recuerda esto de Margaret Atwood: si te alejas de la realidad es que quieres controlar el mundo. Añado: o al menos entenderlo. Aunque parezca absurdo.n

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Ana Jiménez Màrius Carol y Joaquín Luna, en la Casa del Libro
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LLUC A A Katixa Agirre y Laura Fernández, en La Central del Raval
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