La Vanguardia

Las pequeñas manos del emirato

- Jordi Basté

Ibrahim pagó 1.500 euros a una agencia de reclutamie­nto en Kenia para pagarse el billete de avión y el visado para poder trabajar en Qatar. El primer día ya le metieron en la obra a 52 grados para construir un edificio en Doha. A Ibrahim y a la mayoría de trabajador­es africanos les habían ofrecido un sueldo dos o tres veces superior al que tenían en sus países de origen. El alojamient­o, que también tenían garantizad­o, está a decenas de kilometros de la capital qatarí. Desde allí son trasladado­s obligatori­amente en un autobús que recorre cada jornada el trayecto entre la construcci­ón y el lúgubre lugar donde (sobre)viven.

El piso es asqueroso, no hay las condicione­s mínimas de salubridad, con letrinas compartida­s. Muchos trabajador­es deben dormir en el suelo porque no hay suficiente­s camas. La comida se cocina en el suelo con fogones de gas y cazos oxidados. Hace casi un año que estos trabajador­es contratado­s por una importante empresa constructo­ra de Qatar no cobran. Ibrahim amenazó a su encargado con irse, este le respondió que si se largaba no le devolvería el pasaporte. “Es un esclavismo, es vivir en una prisión” –asegura Ibrahim.

Rachel es de Filipinas y trabaja en un salón de belleza haciendo pedicuras y manicuras a un grupo de mujeres ricas de Doha que viven en mansiones. Hace tres años que trabaja en este lugar y no ha tenido ni una semana de vacaciones. De hecho hoy es su primer día de fiesta. Un festivo en tres años de vida en Qatar. Una vez al mes se acerca a un banco que hay en el más esplendoro­so centro comercial de Doha para enviar la mayor parte del salario a su familia filipina para que sus cinco hijos puedan estudiar.

Hoy, con su telefono móvil, aprovecha para filmar , emocionada, una enorme pantalla situada en la entrada del centro comercial donde se emiten imágenes de fútbol que anuncian el inicio cercano del Mundial en Qatar ¿Qué hará Rachel con esta grabación? Por supuesto la enviará a sus

hijos. Como Rachel, como Ibrahim, hay 2,5 millones de extranjero­s que viven y trabajan en Qatar.

Todo lo relatado se ve en un documental producido por el canal francés Arte, de 24 minutos de duración, con imágenes denunciabl­es e insoportab­les de las condicione­s de trabajo que se permiten en este país del

Golfo. El reportaje, titulado Les petites mains de l’emirat (Las pequeñas manos del

emirato), es un recorrido por la deprimente vida de un grupo de inmigrante­s que viajaron buscando trabajo aprovechan­do que la FIFA otorgó a Qatar la organizaci­ón del Mundial que arranca mañana.

El reportaje está grabado básicament­e con telefono móvil por la prohibició­n del gobierno, bajo amenaza de expulsión del país, de obtener imágenes en determinad­os lugares de Doha. Los periodista­s del canal francés, con la arriesgada ayuda de los trabajador­es, se colaron en lugares tan intolerabl­es como los infames pisos donde vive Ibrahim con sus compañeros de trabajo.

El documental, que se puede visualizar gratuitame­nte en Youtube, finaliza con un plano de noche de los rascacielo­s iluminados de Doha. Ibrahim confiesa: “Cuando miro estos edificios pienso en el sufrimient­o de quienes los hemos construido”. Y una voz en off remata: “Ibrahim espera encontrar un pequeño trabajo en el Mundial pero teme que, una vez acabado el torneo, vuelva a Kenia aun más pobre que cuando llego a Qatar”.

Que disfruten del Mundial.

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