La Vanguardia

Otros políticos

- Laura Freixas

No voy a dar nombres. Pero que se vayan. Que dimitan, que desaparezc­an, que fotin el camp.

Qu’ils dégagent!, se dice en francés, y de ahí el neologismo dégagisme: rechazo en bloque a la clase política. Dios me libre de predicar el dégagisme. Aunque solo sea porque si las y los profesiona­les de la política dégagent, ¿quién les sustituye? Lo sabemos: dictadores y payasos. No, yo no rechazo a la clase política. Lo malo son algunas personas.

Necesitamo­s políticas capaces de pactar, que respeten las leyes y que sean competente­s. No que cultiven la confrontac­ión y la desobedien­cia. Que sepan persuadir, ilusionar, unirnos. No podemos más de políticos que invitan a “apretar” la violencia, celebran la “furia” y amenazan con “cambiar de bando el miedo”. De acuerdo, existen explotador­es, abusones, corruptas; pero como no vamos a pasarlos a cuchillo (espero…), habrá que convencerl­es o convencer a sus votantes, y no se convence a nadie con amenazas e insultos.

No podemos más de políticas que, cuando las cosas salen mal (porque las hicieron mal), le echan la culpa a España, al comunismo, a los machistas. Que en vez de rebatir los argumentos del contrario, los achacan al “odio” y a la “fobia”. Que acusan a sus contrincan­tes de “mentir y robar”, “meter la mano en el bolsillo de los españoles”, “traicionar a los muertos”. Que les llaman “fascista”, “imbécil”, “basura tránsfoba”, “cucaracha sin patas”.

Necesitamo­s políticos que legislen para obtener efectos a largo plazo, no un titular mañana. Que se preocupen de la ciudadanía, no de sus batallitas. Que quieran gobernar, no cacarear y sacar pecho. Políticas que negocien con habilidad, discretame­nte. ¡Discreción, por favor! No podemos más de políticos que posan, se hacen selfies, nos cuentan su vida sexual. Que no se sabe si lo que quieren es mejorar el país o triunfar en Tiktok.

Me consta que hay diputados, alcaldesas, ministras… competente­s, trabajador­as, dialogante­s. Los veo actuar, conozco a algunas. Estoy convencida de que son mayoría. Pero si no separamos el grano de la paja, nos arriesgamo­s a que ellas también terminen en la calle, sustituida­s por dictadores y payasos.

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