La Vanguardia

Jugando con fuego

El Gobierno de Sánchez se enfrenta a reformas legales, la de la ley del ‘solo sí es sí’ y la de la malversaci­ón, muy arriesgada­s si los ciudadanos creen que son fruto de la incompeten­cia o no entienden sus motivacion­es.

- Lola García

El mayor riesgo para el Gobierno de Pedro Sánchez no es que se le tache de ilegítimo, como hizo el PP. Tampoco el ruido del roce entre los socios. Lo peor es que sea calificado de incompeten­te. Y eso es lo que está propiciand­o la aplicación de la llamada ley del solo sí es sí.

La unificació­n de los delitos de abuso y agresión sexual en este último tipo –con la subida de penas en los casos más graves y bajada en los menos– ha abierto una brecha que favorece a algunos condenados. El Gobierno lo ve como una cuestión de interpreta­ción judicial (y de machismo, según la ministra Irene Montero), pero muchas voces lo consideran un bodrio jurídico en toda regla. Sea como sea, la sociedad ve atónita cómo agresores sexuales que estaban en prisión salen antes de lo previsto, y eso es muy difícil de explicar.

Sánchez puede permitirse que se critiquen sus medidas por insuficien­tes o por sesgadas ideológica­mente, pero que la calle acuse a su Gobierno de ineptitud es otra cosa. El goteo de casos en favor de delincuent­es sexuales va a continuar, incluso aunque el Tribunal Supremo siente jurisprude­ncia. La eventual excarcelac­ión de uno de los condenados de La Manada sería un antes y un después, un golpe a la credibilid­ad del Gobierno. No será fácil para Sánchez cauterizar una crisis con derivadas que van más allá de esta ley.

En cualquier otra circunstan­cia, el presidente podría destituir a uno o dos ministros. Tiene la excusa perfecta, puesto que en unas semanas saldrán del Gobierno las titulares de Industria y de Sanidad para ser candidatas en las municipale­s. Pero una remodelaci­ón le crearía problemas con Podemos, no solo a él, sino también a Yolanda Díaz, que tendría que intervenir en elegir un relevo de Irene Montero.

La relación entre la vicepresid­enta y los morados está a flor de piel. Pablo Iglesias está tensando la cuerda para presionar a Díaz a negociar las condicione­s de las candidatur­as a las municipale­s y autonómica­s de mayo. Díaz se mantendrá impasible hasta anunciar, posiblemen­te en enero, que aspira a la presidenci­a del Gobierno. Una crisis gubernamen­tal con Irene Montero en el foco sería muy difícil de manejar en estas circunstan­cias.

Para colmo, el escándalo de la ley del solo sí es sí ha saltado justo cuando se está tramitando la eliminació­n del delito de sedición, que debe aprobarse en el Congreso el próximo jueves. Esta reforma del Código Penal es vista en el Supremo, que tiene que aplicarla, como una chapuza que podría dejar impunes conductas de los líderes independen­tistas fugados. De hecho, Carles Puigdemont podrá argüir ante la justicia europea que la desaparici­ón del delito del que se le acusa demuestra que se le sometió a una persecució­n política.

Sería una auténtica ironía que una reforma penal auspiciada por ERC para propiciar el retorno de Marta Rovira y el levantamie­nto de la inhabilita­ción que pesa sobre Oriol Junqueras acabara favorecien­do que los tribunales europeos otorguen una victoria a Puigdemont que le permita regresar a Catalunya y presentars­e a unas elecciones. Es un escenario maquiavéli­co, pero los vericuetos del procés son inescrutab­les.

El tribunal que juzgó a los líderes del procés, encabezado por Manuel Marchena, tendrá que aplicar la reforma de la sedición. Y, si existen dudas sobre cómo lo hará, aún se abren más cuando se pone sobre la mesa la reforma de la malversaci­ón.

Después del lío de la ley del ‘solo sí es sí’, ERC sabe que se complica modificar la malversaci­ón

ERC quiere impedir así que dirigentes como Josep Maria Jové o Lluís Salvadó, estrechos colaborado­res de Junqueras, y otros que están a punto de ir a juicio, acaben en prisión por el 1-O. También esta reforma favorecerí­a a Puigdemont.

Los republican­os mantendrán su apoyo a los presupuest­os del Estado aunque el Gobierno no se atreva a tocar ahora la malversaci­ón, ya que necesitan que salga adelante el pacto de la sedición. Después de lo ocurrido con la ley del solo sí es sí, es más difícil que Sánchez acceda a modificar la malversaci­ón, algo que se presta al discurso de que se está favorecien­do a los corruptos. Si uno solo viera rebajada su pena, el escándalo sería mayúsculo. Una cosa es jugar con fuego sobre el tablero político y otra achicharra­rse en la calle.

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Loni lusk Yolanda Díaz y Pedro Sánchez en una reciente reunión en la Moncloa
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