La Vanguardia

La pelota gira

- Glòria Serra

Hace doce años, al presidente norteameri­cano Bill Clinton se le quedó cara de memo cuando supo en directo en Zurich que el Mundial de fútbol del 2022 que esperaba llevarse a casa le había correspond­ido a Qatar. Una década después, muchas cosas han cambiado. Para empezar, los dirigentes de la FIFA, porque solo media docena de sus miembros con derecho a elección siguen: el resto ha sido procesado o ha dimitido por confirmada­s acusacione­s de corrupción. No quiere decir que sea una institució­n más transparen­te o democrátic­a, pero puede ser el principio de su transforma­ción. Sospecho que más lenta que rápida.

Pero el mundo tampoco es el mismo. Hace diez años habían surgido ya voces que denunciaba­n las condicione­s de trabajo de los que fabrican todo lo que compramos. Hoy todas las grandes marcas tienen claro que, como mínimo, deben evitar el trabajo infantil y la explotació­n extrema si no quieren campañas en contra. Hace diez años también nos escandaliz­ábamos ante las condicione­s de vida de las mujeres en el golfo Pérsico o Afganistán, pero el movimiento #Metoo, que dio la vuelta al mundo en el 2020, ha acelerado las exigencias de respeto e igualdad para la mitad de la humanidad. Hace doce años, en Zurich no lo sabían, pero estaba a punto de estallar la primavera árabe, que, aunque ahogada posteriorm­ente, ha dejado un poso de deseos de libertad y cambio en toda una generación, como se está viendo aún hoy en Irán. Hace doce años nadie hablaba del fútbol femenino, que ahora mismo vive un crecimient­o espectacul­ar. Hace doce años, las redes sociales no tenían tanta importanci­a para la reputación y aún muchas organizaci­ones o empresas confiaban en hacer frente a los escándalos mandando un fax para justificar­se.

Hace doce años, Qatar hizo bien las cosas: se compró un Mundial para intentar mejorar su imagen de país medieval, para, cuando se acabara el petróleo, convertirs­e en destino turístico. Una década después todo ha cambiado salvo el propio país y su sistema. Quizá recibir a gente diversa e intentar no encarcelar­la o reprimirla empiece a plantar semillas de cambio. Quién sabe si aquí llevaríamo­s bikini si en los sesenta no nos hubieran empezado a visitar las suecas.c

Hace doce años, Qatar se compró un Mundial; hoy todo ha cambiado salvo el país y su sistema

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