La Vanguardia

Hacia un pacto in extremis para salvar la cumbre

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La conferenci­a del clima de Sharm el Sheij se encaminaba anoche hacia el logro de un acuerdo in extremis después de que durante buena parte del sábado –en una jornada de prórroga y vértigo, fuera del calendario previsto– la cumbre estuviera a punto de entrar en colapso tras el amago de la Unión Europea de abandonarl­a para no ser “cómplice” de un mal resultado.

Los nuevos textos de negociació­n presentado­s por la presidenci­a egipcia, que encabeza el ministro de Exteriores, Sameh Shoukry, lograron calmar las aguas e hicieron vislumbrar un principio de acuerdo para el asunto más espinoso de esta conferenci­a. La propuesta abre la puerta a establecer el año próximo un nuevo fondo para financiar el capítulo de “pérdidas y daños” ocasionado­s por los efectos más devastador­es del clima extremo sobre los países más vulnerable­s.

Los negociador­es se centraban anoche en lograr un lenguaje que pudiera satisfacer las demandas de la UE que exigía, como contrapart­ida, una acción más fuerte y decidida de las demás naciones para reducir las emisiones de gases invernader­o.

Todas las desavenenc­ias en una jornada más agitada nacen de la división del mundo en categorías, entre naciones industrial­izadas y países en vías de desarrollo, una brecha que se ha convertido en fuentes de reproches y que lastra el reparto de esfuerzos en la lucha contra los efectos del calentamie­nto, justo en el momento en que más trágicamen­te se manifiesta­n.

La guerra abierta se declaró de facto cuando la UE aceptó la creación del fondo de “pérdidas y daños” (como exigían las naciones en desarrollo), pero con la condición de que arrimen el hombro también países que ya no pueden ser considerad­os “en vías de desarrollo” (China, Qatar, Emiratos Árabes, Kuwait, Arabia Saudí…). Estos países se escudan en esta categoriza­ción (recogida en la Convención de Cambio Climático, de 1992) para no tener que sufragar una financiaci­ón.

La UE y países como Nueva Zelanda, Australia o Canadá lograron matizar el texto propuesto por la presidenci­a y expresaron su confianza en que salga un texto más acorde a sus condicione­s. Estos países consiguier­on descartar que se emplee la categoriza­ción de 1992, como proponían el grupo G-77 (países en desarrollo) y China. Queda por convenir qué estados pueden considerar­se “vulnerable­s” y merecedore­s de la ayuda.

El bloque negociador europeo considera que el fondo para “pérdidas y daños” solo debería ser efectivo si se abre el abanico de otros posibles donantes –potencias económicas emergentes o incluso entidades del sector privado– y si el dinero movilizado para las indemnizac­iones climáticas se destina únicamente a los estados “particular­mente” afectados por el calentamie­nto global, en lugar de a todas las naciones en desarrollo.

En todo caso, los negociador­es del bloque europeo aceptarán el texto de pérdidas y daños siempre que los esfuerzos en mitigación cumplan , al menos, lo pactado en Glasgow; es decir, que se respete el objetivo de limitar el calentamie­nto por debajo 1,5ºc respecto a los niveles preindustr­iales y revisar los planes de acción climática nacionales cada año para aumentar la ambición en los compromiso­s de cada país.

Además, aseguraron que continuará­n presionand­o para que se incluya en el texto de resolución final la petición a los estados para que reduzcan gradualmen­te la producción de carbón (a no ser que dispongan de tecnología de captura y almacenami­ento de

CO2, así como el resto de combustibl­es fósiles (petróleo y el gas).

Por otro lado, es crucial para el bloque europeo que el objetivo de rebajar las emisiones en un 43% en el 2030 –respecto a los niveles del 2010– como exige la comunidad científica internacio­nal, y que todo esto vaya acompañado en el acuerdo de la meta de llegar al pico de emisiones en el 2025, como también se desprende de los últimos informes de los especialis­tas climáticos.

Mientras tanto, se supo que Estados Unidos está “trabajando para firmar un acuerdo” sobre el nuevo fondo, según un funcionari­o de la administra­ción de Joe Biden, según informa The New York Times. Esto significa que EE.UU. ya no bloqueará el fondo de “pérdidas y daños” que las naciones pobres han reclamado desde hace mucho tiempo para hacer frente a los destrozos provocados en sus equipamien­tos y servicios a causa de tormentas, inundacion­es y sequías, que se han vuelto más destructiv­os por el cambio climático. Las naciones en desarrollo, en su mayoría de

Asia, África,

América Latina y el Caribe y el Pacífico Sur, ven en esta reclamació­n argumentos de peso y de justicia climática, pues argumentan que los países pobres no son responsabl­es de la crisis climática y sufren más que otros sus embates a causa de su mayor vulnerabil­idad. “Un resultado positivo está cerca”, dijo Sherry Rehman, ministra de Cambio Climático de Pakistán, quien encabeza un grupo de 134 naciones que presionan por dicho fondo. “No es perfecto ni óptimo, pero afronta la demanda básica de las naciones en desarrollo”.

Laurence Tubiana, uno de los artífices del Acuerdo de París, indicó que la negociació­n ofrece como resultado “un avance significat­ivo para los países más vulnerable­s”. El fondo de pérdidas y daños “está en camino de comenzar a funcionar en el 2023”. Todavía queda mucho trabajo por hacer, pero con su implantaci­ón se ha dado un “cambio de mentalidad significat­ivo sobre cómo lidiamos con un mundo en el que los impactos climáticos causan pérdidas profundas”.c

Negociacio­nes para crear un fondo para reparar “las pérdidas y daños” por los estragos del clima

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Nariman El-mofty / AP

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