En el corazón monumental
Vilafranca del Penedès tiene previsto inaugurar el Vinseum, en su configuración definitiva, durante la próxima primavera. El camino hacia esa fecha ha sido largo. El concurso para reformar el antiguo Palau Reial y la capilla de Sant Pelegrí, y para derribar la finca situada entre dichas obras –Cal Pa-i-figues– y sustituirla por una de nueva planta, fue fallado en un ya lejano 2004. Han pasado, pues, casi dos decenios desde que se inició el proceso, dividido en sucesivas fases.
El grueso de las colecciones de este museo dedicado al vino se exhibirá en el edificio de nueva planta que, revestido de cobre y vidrio en fachada, se expresa con un lenguaje contemporáneo. Habida cuenta de que estamos en el corazón monumental de Vilafranca, en la plaza de Jaume I, ante la basílica de Santa María, no puede descartarse que dicha expresión genere reservas. Pero no es menos cierto que el gótico no se estila desde siglos atrás; que cada época tiene el derecho y el deber de manifestarse; y que cuando se pone al día el gótico, como hizo Jeroni Martorell con el Palau Reial tras la Guerra Civil, lo único que se suele lograr es una versión pasteurizada del original.
Además, lo más importante en esta pieza es el modo en que busca metros cuadrados para exposición sobre una planta irregular, propia de una trama urbana de tantos siglos, con tantas capas históricas, en fincas compactadas y profundas, que dificultan la entrada de luz natural. Este último problema se resuelve aquí satisfactoriamente, hasta donde eso es posible, con una planta baja vidriada que, según apunta el arquitecto, da transparencia y un punto flotante al nuevo volumen; con un corraló –característica tipología local– de acceso que propicia una ilusión de espacio público bajo el edificio. Y, también, y de modo principal, con las aberturas vidriadas de fachada, con espléndidas vistas sobre la basílica y la plaza y, ya invisible desde la calle, con la escalera posterior, cuyo chorro de luz natural contrasta con la penumbra de no pocas salas, algunas limitadas por muros medievales vistos.
Optimizada la obtención de espacio –unos 3.600 metros cuadrados, en planta baja más tres– y diseñados los recorridos, queda ahora por resolver el acondicionamiento de los espacios, que correrá a cargo del equipo capitaneado por Dani Freixes. Y, si algún día alcanzan los recursos económicos, una posterior ampliación que debería llevar las dependencias del Vinseum hasta la calle Hermenegild Clascar, donde las dotaría de una fachada trasera.