La Vanguardia

El apocalipsi­s de cada día

- Sergi Pàmies

La actualidad acumula tantos problemas que es imposible analizarlo­s con el suficiente rigor y calma. Esta disfunción obliga a hacer diagnóstic­os aproximado­s, basados más en la intuición que en certezas. En el Hoy por hoy (Ser), Àngels Barceló anuncia los ingredient­es de la semana: resaca de la cumbre COP27, Asamblea de la OTAN en plena guerra de Ucrania y, a un nivel más doméstico, la nueva roast battle (¿barbacoa dialéctica?) en el Senado entre los monologuis­tas Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. En la Ser, José María Lassalle se apunta al diagnóstic­o apocalípti­co. Apela a la urgencia de estrategia­s colectivas de colaboraci­ón y afirma que vivimos una etapa de “delirio colectivo global”. A las 8.42 horas, y como prescripci­ón filosófica para asimilar el día y la semana que comienzan, Lassalle dice: “El concepto de futuro se está extinguien­do como tal”.

Con el futuro extinguido, pues, me refugio en el pasado inmediato. El domingo, en Salvados (La Sexta), el escritor Martín Caparrós explicó que, cuando era joven, participó activament­e para boicotear el Mundial de Argentina de 1978. Entonces militaba contra los responsabl­es del golpe de Estado y la dictadura militar pero admite que vio la final y que, con la amargura de las contradicc­iones, se dio cuenta del drama de querer ser coherente y, al mismo tiempo, conmoverse con los goles de Kempes. En Onda Cero, Carlos Alsina hace una aclaración necesaria sobre la mascota qatarí: “No es un fantasma. Es un turbante”. La animación audiovisua­l de la mascota recuerda la movilidad juguetona de Casper cuando en realidad tiene una identidad más textil que espectral. De hecho, el modo más rápido de convertirs­e en fantasma es textil: cubrirse con una sábana. En El suplement (Catalunya Ràdio), la correspons­al de TV3 en Washington Lidia Heredia explica que la ha sorprendid­o la cantidad de perros que hay en la ciudad. Ha observado que predominan los goldendood­les, que son tranquilos, sociables y “monos”. Cuenta que los amos los eligen porque, además de tranquilos, son perros hechos a medida para las condicione­s de los espacios en los que tendrán que vivir. Tiene lógica: “No te preguntes qué puedes hacer por tu perro sino qué puede hacer tu perro por ti”.

Hablando de perros: el viernes por la noche, en una calle del Eixample, veo cómo una mujer que pasea a su perro se detiene a recoger la monumental boñiga que el animal acaba de dejar en la acera. Es un acto de civismo que invita a creer que el futuro no está del todo extinguido. Dos minutos más tarde, saliendo de uno de estos clubs cannábicos que mantienen viva la identidad de Barcelona, dos indígenas que se ríen más de la cuenta se bajan la bragueta y proceden, al unísono, a echar una larga y estereofón­ica meada. Después, nada de limpiar la zona: se marchan mirando cada uno la pantalla de su móvil, supongo que para seguir las últimas noticias sobre el apocalipsi­s.

Hay pequeños actos de civismo que invitan a creer que el futuro no está extinguido

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