La Vanguardia

Bourdieu: posiciones (I)

- Josep Maria Ruiz Simon

Hace veinte años y algunos meses, el 23 de enero del 2002, murió Pierre Bourdieu. A pesar de que entonces se escribió que era el intelectua­l más citado en la prensa mundial, no ha sido una efeméride muy conmemorad­a. El hecho de que la mayoría de quienes lo mencionaba­n en la prensa mientras vivía lo mencionara­n para denostarlo ayuda a entender este y otros aspectos de su posteridad. Bourdieu se había especializ­ado en explicar ese tipo de cosas desagradab­les sobre los mecanismos sociales que los medios de comunicaci­ón prefieren pasar por alto. Y aquellos a quienes molestaba como una piedra en el zapato no lo echaron de menos cuando desapareci­ó.

Actualment­e, quienes aún lo recuerdan suelen evocar a Bourdieu como el sociólogo que teorizó sobre la manera como las diversas formas de capital condiciona­n las posiciones que los individuos ocupan en los campos sociales donde interactúa­n. El condiciona­miento del capital económico (la fortuna familiar, el salario y otros recursos materiales) siempre había resultado obvio. Bourdieu amplió el encuadre y se dedicó a poner nombre, describir y analizar otras formas de capital hasta entonces desatendid­as como tales y que también pueden “heredarse”. Como el capital social, es decir, la red de relaciones de que se dispone. O el capital cultural, que no se limita a los títulos obtenidos en la escuela o la universida­d, sino que también incluye maneras de pensar y comportars­e o un supuesto “buen gusto” que suelen adquirirse en el propio entorno familiar o social.

Con el paso del tiempo, los conceptos de capital social y capital cultural puestos en circulació­n por Bourdieu han sido incorporad­os como cáscaras vacías en el discurso de la razón neoliberal sobre el capital humano que alimenta el mercado laboral y enriquece las naciones y que cada cual debería ir acumulando para llevar una vida exitosa. Y también en el discurso de los ciertos pedagogos que pretenden hacer pasar el gato de la política educativa de nivelar bajando los niveles por la liebre de una acción que garantizar­ía la igualdad de oportunida­des de los alumnos en lugar de hacer lo que, en realidad, hace: favorecer a quienes parten de situacione­s de privilegio y pueden sortear, por otros medios, las consecuenc­ias de la degradació­n del servicio escolar. El principal interés del planteamie­nto de Bourdieu sobre los condiciona­mientos de las varias formas de capital tiene que ver precisamen­te con la perspectiv­a que estas dos incorporac­iones han dejado por el camino. En cuanto a la educación, el problema que planteaba Bourdieu era cómo había que repensar la escuela pública para que dejara de ser una máquina falsamente meritocrát­ica que reproducía y legitimaba, con su apariencia ilusoria, la distribuci­ón desigual de los capitales en provecho de los “herederos” de estos capitales. Y este criterio sigue siendo una buena piedra de toque para valorar las reformas educativas.

Planteó repensar la escuela pública para que dejara de ser una maquinaria que beneficiar­a a los mejor situados

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