Repensar el discurso
Cinco años después de los hechos que marcaron el punto álgido y ¿aparente final? del procés ,y con un ambiente por fortuna más apaciguado, en distintos ámbitos se están desarrollando líneas de reflexión sobre lo que pasó. En círculos independentistas o que fueron próximos, frente a figuras que defienden el sostenella y no enmendalla, otras abonan la rectificación. El campo de la cultura, tras el boom del libro político, brinda creaciones autorreflexivas como el telefilme Alguns dies d’ahir o las novelas de Francesc
Serés La mentida més bonica y
de Lorenzo Silva La llama de
Focea. En el terreno periodístico hemos podido leer artículos de muy distintos colores.
Me ha llamado la atención la escasa reevaluación que en general se ha hecho del discurso de Felipe VI el 3 de octubre del 2017, que tuvo importantes efectos: no solo brindó oxígeno a muchísimos catalanes que no
comulgábamos con el procés; también fue catalizador de reacciones como la negativa de apoyo por parte de las cancillerías extranjeras, que pusieron al descubierto importantes debilidades de lo que se gestaba.
El discurso del Rey recibió en su día furiosas críticas desde posiciones independentistas, y también fue considerado duro en exceso entre algún sector de lo que se llamaba entonces la equidistancia. Si lo analizamos hoy (está colgado en la web de la Casa Real), sus puntos no difieren demasiado de la zona común donde muchos ciudadanos pueden encontrarse actualmente: señala que no se pueden poner en marcha cambios radicales como los entonces anunciados fuera del amparo de la ley; que los gobernantes han de ser los primeros servidores de esta; que en Catalunya –y en todos lados– no se puede tomar la parte por el todo, y que el Estado no desampara a sus ciudadanos. Palabras sensatas y serias para una situación enardecida. Vuelvan a leer el discurso del Rey: entonces premonitorio, hoy ofrece un argumentario que tener muy en cuenta para el presente.c
Las palabras de Felipe VI en el 2017 enlazan hoy con la zona de encuentro