La Vanguardia

El embarazo modifica el cerebro de la madre y lo prepara para cuidar al bebé

Los cambios se producen en áreas relacionad­as con la empatía y la autopercep­ción

- CRISTINA SÁEZ Barcelona

El embarazo produce cambios en la estructura y la función del cerebro de la mujer que la preparan para ser más receptiva a las necesidade­s del bebé, según concluye una nueva investigac­ión de la Universida­d de Amsterdam (Holanda), presentada en Nature Communicat­ions. Esos cambios, asociados sobre todo a una hormona, el estradiol, se mantienen al menos un año después del parto y contribuye­n a fomentar comportami­entos que fortalecen el vínculo entre madre e hijo ya desde la gestación.

En concreto, los investigad­ores, liderados por la neurocient­ífica Elseline Hoekzema, han hallado un aumento de la conectivid­ad en la llamada red neuronal por defecto, un conjunto de regiones cerebrales que colaboran entre sí y que se activan cuando la mente está en reposo; este resultado sugiere que ser madre altera el estado basal del cerebro.

Estudios previos realizados con mamíferos habían demostrado que el cerebro atraviesa procesos de elevada neuroplast­icidad durante la gestación. En este sentido, en el 2016 una investigac­ión de la Universita­t Autònoma de Barcelona, liderada por Òscar Vilarroya y en la que también participó Hoekzema mientras realizaba su doctorado, demostró por primera vez que la materia gris del cerebro de la mujer disminuía durante el embarazo y que cuanto más lo hacía, lejos de repercutir en déficits cognitivos, más favorecía el vínculo que se establecía entre madre e hijo.

En este nuevo trabajo, la investigad­ora Hoekzema junto a su grupo, ahora desde la universida­d holandesa, se han centrado en investigar si se producen cambios en la actividad cerebral en reposo y en la materia blanca. Para ello, reclutaron a 40 mujeres que querían ser madres y las siguieron desde antes de la concepción y hasta un año después del parto. Utilizaron diversos tipos de tecnología­s de imagen para captar todas las modificaci­ones que se producían en el cerebro de las mujeres. También midieron concentrac­iones hormonales y otras moléculas en muestras de sangre obtenidas durante todo el proceso, y recopilaro­n datos acerca del estrés y la calidad del sueño de las participan­tes.

Los investigad­ores observaron que, a diferencia de los cambios muy pronunciad­os en la materia gris, la materia blanca de las mujeres se mantuvo estable. Donde detectaron mayores alteracion­es fue en la red neural por defecto (RND), un grupo de regiones interconec­tadas muy activas cuando la mente está en reposo.

Vieron que durante la gestación aumentaba la conectivid­ad en estas áreas y, en concreto, identifica­ron una mayor activación del cúneo, una parte del lóbulo occipital del cerebro que desempeña un papel clave en el procesamie­nto visual y en la integració­n de la informació­n visual. También está implicado en procesos cognitivos como la memoria de trabajo, la atención y la expectativ­a de recompensa, y la empatía. Además de cambios en esta red neuronal, han identifica­do modificaci­ones en las regiones frontopari­etales, involucrad­as en tareas cognitivas como por ejemplo la flexibilid­ad.

Según los autores de este trabajo, los resultados tienen sentido como una estrategia de la evolución para garantizar la superviven­cia de los bebés. Las nuevas madres necesitan centrarse en sus hijos e identifica­r rápidament­e

Los cambios cerebrales fortalecen el vínculo entre progenitor­a e hijo desde la gestación

sus necesidade­s y sentimient­os, o potenciale­s peligros. En este sentido, señalan los investigad­ores, la alteración de esta RND permite la transforma­ción de esa identidad de la mujer: favorece que deje de tener el foco en ella misma para ponerlo en el bebé.

Los investigad­ores también han visto que esos cambios se asocian a otros comportami­entos beneficios­os para la superviven­cia del niño, como el comportami­ento nido, que hace que la mujer prepare el espacio y todo lo necesario para la llegada del bebé, o un mayor sentimient­o de vínculo y apego entre madre e hijo.

No han hallado, en cambio, asociacion­es relacionad­as con el sueño y el estrés de la madre. Y también han visto que esas modificaci­ones del cerebro de la madre ocurren sobre todo en el tercer trimestre del embarazo, periodo en el que también aumentan los niveles de una hormona, el estradiol.

Estas alteracion­es se asocian a comportami­entos beneficios­os para la superviven­cia del niño

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EP Los investigad­ores siguieron a 40 mujeres que querían ser madres

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