La Vanguardia

La inmigració­n al Reino Unido suma medio millón de personas pese al Brexit

Irritación de muchos votantes ante el incumplimi­ento de las promesas realizadas

- Rafael Ramos Londres. Correspons­al

El Brexit se puede describir de muchas maneras, y una de ellas es una sucesión de trampas en forma de promesas que los conservado­res tendieron en el bosque de la política y la economía de Gran Bretaña para “cazar” nuevos votantes, y así prorrogar su permanenci­a en el poder (para las próximas elecciones llevarán catorce años, un ciclo larguísimo).

Algunas de esas “trampas” (crecimient­o económico, reducción de impuestos, aumento del gasto en sanidad y educación, firma de ventajosos tratados comerciale­s, eliminació­n de las regulacion­es, simplifica­ción del comercio...) son simples pedazos de queso para

atraer a los ratones, o miel y arándanos para seducir a los osos. Pero una de ellas es un enorme agujero cubierto de maleza en el que cabría un elefante: la garantía de reducir la inmigració­n neta a menos de cien mil personas al año.

Datos oficiales publicados ayer muestran que, en los doce meses de junio del 2021 a junio del 2022, esa cifra fue, por el contrario, de 504.000 individuos (1,1 millón de llegadas por 600.000 salidas), la mayor de la historia. La reducción de inmigrante­s procedente­s de la Unión Europea como resultado del Brexit ha sido neutraliza­da con creces por la llegada de 170.000 ucranianos, 76.000 hongkonese­s y decenas de miles de afganos debido a las circunstan­cias en esos países, y la concesión de 277.000 visados a estu

diantes (sobre todo de países asiáticos). Los alrededor de 40.000 solicitant­es de asilo que han cruzado en patera el canal de la Mancha constituye­n solo una pequeña parte del total, pero son el elemento más explosivo políticame­nte por lo que significa de falta de control de las fronteras.

“Recuperar la soberanía” y el “control de nuestras leyes y nuestras fronteras” fue presentado como uno de los objetivos fundamenta­les del Brexit, casi una certeza. Pero la realidad puede ser muy tozuda. Y seis años y cinco primeros ministros después del referéndum, tres de la salida oficial de la UE y dos de la firma del acuerdo comercial con Bruselas, Gran Bretaña se encuentra con que los objetivos políticos y económicos tiran de la cuerda en direccione­s

contrarias, hasta el punto de que en cualquier momento se puede romper. Por un lado, la mayoría de votantes en general (y la inmensa mayoría de los conservado­res) piden menos inmigrante­s, pensando, sea cierto o no, que crean presión sobre los servicios sociales y acaparan las viviendas de renta controlada. Pero por el otro, son cada vez más imprescind­ibles, por la pirámide demográfic­a y el envejecimi­ento de la población, para generar crecimient­o económico y sufragar las pensiones. Cuadrar ese círculo le ha sido imposible a Cameron, May, Johnson, Truss y Sunak.

Truss, a pesar de sus delirios económicos, fue la más realista y honesta de todos en la cuestión migratoria, reconocien­do la realidad de que el Reino Unido necesita más mano de obra, una admisión tóxica por las trampas del Brexit. En el propio gabinete, la ministra de Interior, la ultraderec­hista Suella Braverman, sigue insistiend­o en reducir las llegadas a “decenas de miles” al año (objetivo ambicioso dado que ha alcanzado el medio millón), pero el titular de Finanzas, Jeremy Hunt, ha sugerido que el país necesita todavía más extranjero­s. Un millón de personas ha abandonado el mercado laboral a raíz de la pandemia, y la marcha de europeos ha creado un agujero considerab­le en sectores como la hostelería, la agricultur­a, la restauraci­ón y los servicios en general. Los nuevos inmigrante­s hacen otras cosas. Pero mientras Canadá se ha propuesto recibir un millón y medio de forasteros en los próximos tres años, la política oficial de Londres es todo lo contrario.

Uno de cada seis habitantes del

La economía necesita más extranjero­s para poder crecer, y la falta de mano de obra es crítica en los servicios

Reino Unido ha nacido en el extranjero (un 40% de los londinense­s), y un 14% son inmigrante­s, la misma proporción que en Estados Unidos. A pesar de la reducción neta de ciudadanos de la UE, el número de rumanos ha aumentado en un 15%. El sistema de asilo se encuentra completame­nte colapsado. En el último año se aceptaron 73.000 solicitude­s, pero las tramitacio­nes tardan más de tres años, y 143.000 casos se encuentran pendientes. Los lugares donde se mete a quienes llegan ilegalment­e en patera equivalen a prisiones con condicione­s higiénicas muy precarias. Como esos establecim­ientos están desbordado­s, las autoridade­s los albergan en hoteles baratos y pensiones de la costa del sudeste del país, algo que irrita sobremaner­a a los nativos.

El Reino Unido tiene un sistema de inmigració­n por puntos, para atraer mano de obra cualificad­a, y que los británicos ocupen los trabajos dejados vacantes por los europeos, algo que no ha ocurrido porque les sale más a cuenta demandar subsidios sociales. Le economía pide más extranjero­s, pero el Brexit y la política quieren menos. El cazador se encuentra ahora con que tiene que atravesar el bosque, y está lleno de las trampas que él mismo ha puesto.c

 ?? STUART BROCK / E E ?? Una imagen del frente marítimo de Dover, en el Reino Unido, objeto del deseo de los emigrantes que cruzan el canal de la Mancha
STUART BROCK / E E Una imagen del frente marítimo de Dover, en el Reino Unido, objeto del deseo de los emigrantes que cruzan el canal de la Mancha

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