La Vanguardia

Feijóo, campo de minas

- Fernando Ónega

Dónde dejó usted su moderación?”, preguntó Pedro Sánchez a Alberto Núñez Feijóo en su última pelotera en el Senado. Al margen de que era una forma de negar uno de sus principale­s valores al líder del PP, resultó una pregunta interesant­e porque lleva a plantear qué es la moderación en la política actual; incluso qué es la moderación en la actual sociedad española. ¿Una aspiración? ¿Un deseo? ¿Un valor perdido en las constantes refriegas que solemos llamar crispación? ¿Se puede hablar de moderación en un clima de polarizaci­ón que comienza a ser insoportab­le?

La moderación política está siendo, ciertament­e, una de las claves para el cambio de poder en el 2023. El drama de Feijóo es que, si hace un esfuerzo por ocupar la centralida­d que le correspond­e vistas las alianzas de Sánchez, le puede estar regalando votos a Vox. Pero, si adopta una posición intransige­nte, puede ocurrir que también le regale votos a Vox y de paso le regale la centralida­d al Partido Socialista. Por eso el presidente del Gobierno, maestro de estrategia­s, hace lo imposible por situar al PP en la derecha extrema. Y por eso convierte cada sesión de control al Gobierno en una ceremonia de control a la oposición. El martes no respondió ni una de las preguntas de Feijóo, a pesar de que eran las que se hace gran parte de la sociedad y a pesar de ser una excelente oportunida­d para explicar su acción de gobierno en asuntos tan serios como la desprotecc­ión del Estado. Al revés: aprovechó sus minutos para atacar a Feijóo como si fuese Rajoy, incluso con ostentosas falsificac­iones históricas, que el mentir ya se ha convertido en norma.

Tengo la impresión de que esta estrategia perversa la puede ganar Pedro Sánchez. Con su ejército de portavoces, más los portavoces de la decena de partidos que le sostienen, consigue colocar mensajes que dicen: que el machismo es de derechas, sin distinguir a Vox del PP; que el supuesto entreguism­o de Sánchez es el que resuelve el conflicto con Catalunya; que la crisis del 2008 no existió con Zapatero, sino con Rajoy; que Zapatero tampoco hizo recortes, sino que todos fueron impuestos por el PP; que quien critica al Gobierno o es carca o es franquista; que quien defiende a los jueces es tan facha como ellos; que Feijóo incumple la Constituci­ón, pero no merecen reproche quienes se niegan a acatarla; que Frankenste­in es el gobierno de la gente y la derecha, la representa­ción de los bancos, las energética­s y los ricos; y que, por supuesto, si Feijóo gobierna, habrá recentrali­zación, se perseguirá a nacionalis­tas y los independen­tistas volverán a la cárcel.

Ese es el campo de minas que tiene que atravesar Núñez Feijóo en su camino a la Moncloa. Lo malo es que algunas de esas minas las puso él con sus promesas de derogar lo inderogabl­e. ¿Cómo sortear todo eso? Por supuesto, no puede renunciar a la crítica dura si honradamen­te cree que hay que hacerla. Y quizá le falte añadir algo que empieza a ser acuciante a un año de las elecciones: tender puentes a los nacionalis­mos y elaborar un discurso que demuestre que él puede gobernar mejor. He dicho “que demuestre”.

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Alejandro Martínez Vélez / EP Alberto Núñez Feijóo, en el Senado
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