La Vanguardia

¿Catalaniza­r Escocia?

- Joan Esculies

En el 2010 Adéu, Espanya? comparaba Catalunya con Groenlandi­a, Quebec y Escocia. El documental de TVC quería mostrar que lo que diferencia­ba a estos territorio­s era la democracia en la que se encontraba­n: la española no era equiparabl­e a la danesa, canadiense o británica. Cuando en el 2012 David Cameron y Alex Salmond acordaron el referéndum de independen­cia, el británico pareció dar la razón al documental. En el 2014 el sí a la separación perdió.

Dos años después, el SNP vio en el Brexit una segunda oportunida­d. La salida del Reino Unido de la UE, según el nacionalis­mo escocés, dejaba en papel mojado el acuerdo de que la votación en Escocia valdría “para una generación”. Había que, por tanto, volver a votar.

Siendo primer ministro, Salmond aconsejó al independen­tismo catalán que pactara el plebiscito con el gobierno de España en el marco constituci­onal. Después ha explicado a los medios catalanes que, antes de conseguir su referendo, el nacionalis­mo escocés lo había reclamado medio siglo.

Una verdad a medias que olvida la vaguedad de la apuesta fundaciona­l del SNP por la autodeterm­inación, los debates internos sobre la cuestión ya en los años setenta y que esta no fue prioritari­a para el partido hasta conseguida la devolution en 1999 y, sobre todo, con la consecució­n del poder en el 2007. Y también que en el 2012 Escocia no logró el referéndum por pedirlo durante décadas, ni por ningún pedigrí democrátic­o británico, sino porque Cameron quiso aprovechar unas encuestas negativas para el independen­tismo escocés para cerrar la cuestión.

El miércoles la Corte Suprema británica resolvió que Holyrood no es competente para organizar ningún referéndum –obvio, si no fuera así, el permiso anterior de Cameron no habría sido necesario–. Salmond, escindido del SNP con Alba, responde ahora que el Parlamento escocés debe legislar para hacer el plebiscito y forzar a que el Gobierno británico le desafíe. Su heredera –enfrentada con él–, Nicola Sturgeon, plantea convertir unas elecciones corrientes en Holyrood en plebiscita­rias: “Hoy es la democracia lo que está amenazada”.

Sturgeon y Salmond transporta­n Escocia a la Catalunya del 2013. Los nacionalis­mos, no siempre comprenden el juego de espejos de los otros movimiento­s con los que se comparan. Aunque el caso catalán sea una buena muestra de los resultados de tener prisa, de emborracha­rse con los clamores de considerar­se más demócrata que nadie y seguir el juego a líderes políticos con el ego herido.

La primera ministra tiene otro camino para explorar que no la lleve a catalaniza­r la sociedad escocesa creando bloques impermeabl­es que impidan solución alguna. Hay palancas menos disruptiva­s para acercarse a sus objetivos políticos y modificar voluntades. ¿Qué tiene Escocia que interese a Westminste­r? La base de submarinos nucleares de la Royal Navy en Falsane, por ejemplo.

Sturgeon tiene otra vía para explorar que no la lleve a ‘catalaniza­r’ la sociedad escocesa

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