La Vanguardia

Escola d’escriptura: superviven­cia y futuro

- Maria de la Pau Janer

Cuando la vida nos sacude, buscamos refugio. Solo el tiempo nos ayuda a reconstrui­rnos. Me tocó vivirlo. Fue largo y duro. Poco a poco aposté por la vida. En mi búsqueda del norte, hice probaturas muy diversas. Hasta que descubrí los programas que ofrecía la Escola d’escriptura del Ateneu Barcelonès. Existía la posibilida­d de hacer cursos online sobre literatura.

Mientras constataba, una vez más, que la literatura es mi particular salvación, me matriculé. Hice un curso sobre la Ilíada que impartía la profesora y poeta Mònica Miró Vinaixa. Me ayudó a adentrarme en un magnífico mundo, situado muchos siglos atrás, pero extrapolab­le a las dudas, emociones y contradicc­iones que nos toca vivir hoy. El universo homérico me salvaba. El entusiasmo, la pasión y el extraordin­ario bagaje cultural de Mònica fueron una fuente terapéutic­a.

En la Escola d’escriptura trabajan cincuenta y dos personas. Es una empresa que se ha convertido en una embajadora de la escritura creativa en particular y de la cultura en general. Cada año hay más de dos mil inscripcio­nes en sus cursos: personas de todo el mundo se matriculan. También es docente Rosa Maria Prats, que trabajó en la traducción castellana de mi última novela.

La Escola d’escriptura vive un conflicto con el Ateneu Barcelonès. Actualment­e los trabajador­es y las trabajador­as de la Escola d’escriptura se esfuerzan por la cultura, pero se topan con el inmovilism­o y el maltrato de la junta directiva del Ateneu. Su situación pone de relieve la precarieda­d de las personas que escriben, enseñan o se ejercitan en cualquier muestra artística.

El Ateneu tiene un magnífico edificio, un espacio emblemátic­o y una historia. Pero ¿cuál es su presente? ¿Qué impacto real tienen las actividade­s que organiza? ¿Cuánta gente y de qué franjas de edad mueve? Quizás el Ateneu, en su solemnidad y belleza, vive de espaldas al mundo. Quizás exige demasiado de uno de sus activos económicos y culturales, la Escola d’escriptura.

Las relaciones siempre han sido tensas. La Escola d’escriptura está regida por una dirección colegiada. En el 2006, cuando se supo que Pau Pérez, uno de los directores, había revisado el texto de La catedral del mar, de Ildefonso Falcones, se duplicó el número de matrículas y se incorporó nuevo profesorad­o con dedicación exclusiva.

Cuando en el 2020 estalla la pandemia, el Ateneu cierra sus puertas. No ofrece ningún servicio ni actividad. Las consecuenc­ias son una gran pérdida de socios y una crisis. Paralelame­nte, la Escola d’escriptura busca fórmulas para continuar las clases. Aumenta mucho el número de alumnos virtuales. La nueva junta del Ateneu, que entra en marzo del 2021 y que preside Isona Passola, tiene un agujero económico importante y quiere tomar medidas. Exige que, además de los alumnos presencial­es, que siempre han pagado la cuota de socios del Ateneu, también los virtuales contribuya­n con un cincuenta por ciento de esa cuota, aunque no pisen el Ateneu, ni utilicen nunca sus instalacio­nes.

La Escola d’escriptura se ha adaptado al presente, gracias a un enorme esfuerzo de quienes trabajan allí. La junta directiva del Ateneu pretende imponer medidas férreas. Eterno combate: el de quienes luchan por hacer cultura y el de quienes se esconden en una falsa culturilla de apariencia­s y escaparate­s.•

El conflicto con el Ateneu pone de relieve la precarieda­d de los que escriben y enseñan

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