La Vanguardia

Costa, acusado de proteger a la hija del dictador de Angola, Isabel dos Santos

Las memorias del exgobernad­or del Banco de Portugal desatan un escándalo

- ANXO LUGILDE

Las selvas de Angola constituye­ron uno de los escenarios clave del derrumbami­ento del Estado Novo, el régimen dictatoria­l portugués que duró 48 años. En el Portugal de los últimos lustros, la que fue su mayor posesión africana es una jungla ética, como se ve en el escándalo desatado por las acusacione­s en las memorias del exgobernad­or del Banco de Portugal contra el primer ministro, António Costa. Le culpa de intentar interferir en la gestión de un banco para proteger a Isabel dos Santos, la corrupta hija del exdictador, con el argumento de que “no se puede tratar mal a la hija de un presidente de un país amigo”.

Cuando en julio el exdictador José Eduardo dos Santos falleció en Barcelona, el Portugal oficial expresó su pesar con loas al autócrata que mandó en Angola entre 1979 y 2017. Hasta el ex primer ministro y hoy secretario general de la ONU, António Guterres, se declaró “triste” por el fallecimie­nto sin condenar la situación de los derechos humanos en el país africano durante la gestión del finado. En esa misma línea, el actual presidente luso, Marcelo Rebelo de Sousa, viajó a Luanda al entierro. Tampoco hizo ningún reproche y se centró en el carácter “decisivo” del fallecido en las relaciones con Portugal.

La enorme impronta angoleña en Portugal y sobre todo lo relevante que fueron las inversione­s de Isabel dos Santos en los duros tiempos del rescate financiero pesan en esta legitimaci­ón de facto de un régimen no democrátic­o que ahora continúa con João Lourenço. Pero sí hubo algunas críticas al exdictador, del Bloque de Izquierda; del exdiputado João Soares, hijo de Mário Soares; o de Ana Gomes, exparlamen­taria europea, ambos socialista­s.

Precisamen­te, las memorias del exgobernad­or del Banco de Portugal Carlos Costa, escritas por el periodista Luís Rosa, se sitúan en el contexto de la intervenci­ón de la gestión del Banco BIC las denuncias que había hecho Gomes en Bruselas. Acusaba a Isabel dos Santos de tener una fortuna, que llegó a ser la mayor de una mujer africana, obtenida de forma irregular, como años más tarde confirmarí­a el escándalo de Luanda Leaks, la filtración de documentos que mostraron cómo habría saqueado la petrolera pública Sonangol antes de ser cesada como presidenta.

El 12 de abril del 2016, según se cuenta en el libro El Gobernador, Carlos Costa comunicó a Isabel dos Santos y a su socio Fernando Teles que debían apartarse de la gestión del BIC. Se trató de un encuentro muy tenso. “A Isabel dos Santos no le gustó la recomendac­ión del gobernador. Habituada desde siempre a la veneración de las autoridade­s angoleñas, la hija mayor de José Eduardo dos Santos estaba en el auge de su poder”, se afirma en la obra.

Esta expoliador­a de uno de los países con mayores tasas de po

“No se puede tratar mal a la hija del presidente de un país amigo”, le dijo Costa al exgobernad­or

breza del mundo buscó los máximos apoyos posibles. Y ahí es cuando, según Carlos Costa, se produjo la llamada del primer ministro, el socialista António Costa, para que el Banco de Portugal no la tratase mal. En el libro se afirma, de todos modos, que este gesto pudo constituir una compensaci­ón por decisiones no favorables a la empresaria, en la pugna que mantuvo con Caixabank por el control del BPI.

El Gobernador es un libro lleno de mentiras y medias verdades, afirma António Costa, quien considera que las palabras dedicadas a él son “ofensivas de mi buen nombre, de mi honra y de mi considerac­ión”. Anunció que ya cuenta con un abogado para tomar acciones legales. Por su parte, el antiguo máximo responsabl­e del Banco de Portugal insiste en su versión. Reveló un SMS de este mes del primer ministro en el que al matizar el contenido de la conversaci­ón del 2016, según Carlos Costa, confirma la existencia de la intromisió­n.

Ya habían estallado otros escándalos en Lisboa por tratos de favor políticos e incluso judiciales a miembros de la cleptocrac­ia de Luanda, pero en Portugal nunca se hizo tan visible su jungla ética de Angola como en esta batalla de Costa contra Costa.

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Isabel dos Santos y António Costa
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