La Vanguardia

Sánchez y los colaborado­res necesarios de ERC

Sánchez se garantiza agotar la legislatur­a y la imagen de pacificado­r de Catalunya por mérito propio y con ERC de colaborado­r y cobenefici­ario. Ahora arranca otra partida entre socialista­s y republican­os, con las espadas electorale­s en alto

- Isabel Garcia Pagan Bigpagan | igarcia@lavanguard­ia.es

Los diputados de ERC aplaudiend­o en pie al ultra Javier Ortega Smith. Las sesiones nocturnas del Congreso permiten licencias impropias del prime time televisivo. Pero después de escuchar adjetivos como “filoetarra­s”, “golpistas” y “traidores de la patria”, que al filo de la medianoche el diputado de Vox amenace con retirar la nacionalid­ad española a unos independen­tistas solo podía provocar la ovación sarcástica de los republican­os. ERC se apuntará la eliminació­n del delito de sedición. Un bálsamo para su estrategia, más allá de los muchos peros y las renuncias, que les permite colgarse el título de “partido útil” para Catalunya frente a las abstencion­es de Junts, simples espectador­es desde el sofá, según Gabriel Rufián.

Pedro Sánchez se ha garantizad­o agotar la legislatur­a en el 2023 y ve apuntalada su imagen de pacificado­r de Catalunya. El mérito es propio, embridando a todo el partido, con ERC de colaborado­r necesario y cobenefici­ario pese a las desconfian­zas con las que arrancó la legislatur­a. Tras dos años de amenazas baldías, los republican­os han encontrado en la contención su refugio más placentero. Hubo silencio durante la negociació­n previa al registro de la proposició­n para reformar el Código Penal. Silencio para evitar relacionar la eliminació­n del delito de sedición con su voto más que previsto a los presupuest­os. Y silencio de Rufián en el hemiciclo sobre la aspiración de reformar el delito de malversaci­ón, que beneficiar­ía a decenas de altos cargos del 2017 con Josep Maria Jové y Lluís Salvadó esperando ya juicio.

Las condicione­s de la negociació­n y las renuncias compensan a los republican­os en sus encuestas frente a la hoja de ruta de confrontac­ión a la que se aferra Junts con la figura de Carles Puigdemont. La supresión de la sedición pesó más que el malestar por la referencia a la intimidaci­ón en la definición del nuevo delito de desórdenes públicos agravados y por la ampliación de la pena mínima de uno a tres años. Ahí tendrán a Òmnium enfrente, huyendo de populismos y los ataques al Govern que propina la ANC, pero arropados por organizaci­ones pro derechos humanos.

Eliminar la sedición era prioritari­o y ningunear a Junts, la consecuenc­ia de la pérdida de foco de los posconverg­entes tras abandonar el Govern. Si no están en el debate, no hace falta invocarlos, es la máxima a aplicar. Es el propio Sánchez quien hace el trabajo al situar a los “separatist­as” de Junts, junto a los “separadore­s” de PP, Cs y Vox. Ahora empieza otra batalla que situará a socialista­s y republican­os frente a frente. Que arranca con el presupuest­o de la Generalita­t y transitará por el nuevo ciclo electoral en Catalunya.

Si Sánchez exigió a ERC que no se ligara en público la reforma de la sedición y la negociació­n de los presupuest­os, Salvador Illa tampoco digiere que en Palau se pretendan mezclar carpetas y se aspire a sumar gratis el voto de los 33 socialista­s en una operación de simple intercambi­o. Socialista­s y republican­os saben que la foto de los presupuest­os en Catalunya, si los hay, será la de un tripartito con las espadas electorale­s en alto.

Si ERC saca pecho –menos que en los dos presupuest­os anteriores, Rufián ni compareció para vender el pacto– por sus logros con 13 diputados en Madrid, el PSC recuerda que en el Parlament hay un empate a 33, por lo que aspira a una repercusió­n repartida al 50%. Y en el hipotético pacto también entra la puesta en escena. La negociació­n no va a ser cómoda. Illa está molesto por el trato dispensado por ERC, por los datos que se esconden tras las pantallas en las reuniones técnicas y los reproches destemplad­os por declaracio­nes aquí o allí.

Y Junts… está en posición de espera. A la espera de conocer el futuro de Laura Borràs, que será juzgada en febrero, lo que sitúa la sentencia del TSJC en la precampaña municipal. A la espera del recálculo de la condena de Jordi Turull por parte del Tribunal Supremo, por si puede volver a la política institucio­nal para las próximas catalanas. Pero sobre todo, a la espera de aclarar la situación de Carles Puigdemont, su escaño en el Parlamento Europeo, su inmunidad y el futuro de las euroórdene­s. Solo después de conocer las resolucion­es de la justicia europea, el expresiden­t se lanzaría a validar un liderazgo en el partido con la vista puesta en volver a disputar la carrera a la Generalita­t. Y hay más de un plan en marcha.

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David Zorrakino / E Pere Aragonès y Oriol Junqueras, durante una ejecutiva de ERC este mes
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