La Vanguardia

Las madres del Daesh vuelven a casa

- Joana Bonet

Hasta el 2014 ninguna mujer había sido condenada en nuestro país por formar parte de una organizaci­ón terrorista islamista. La primera fue una niña ceutí de 14 años captada por un tipo como el reclutador de esposas para el Daesh, Youssef Mohamed Tuileb. La muchacha había entregado su tumultuosa adolescenc­ia a la promesa de un paraíso. Sentía haber sido elegida por mensajeros divinos en una edad en que el amor se confunde con cualquier cosa que haga palpitar. Tuileb tenía consignas para embaucarla­s, también requisitos: debían ser fácilmente manipulabl­es, niñas olvidadas, vaciadas de cualquier sombra de futuro. Y trasladada­s a zonas controlada­s por el Estado Islámico en Siria o Irak para casarse con muyahidine­s que las esclavizar­ían sexualment­e.

Se calcula que hasta 1.200 mujeres abandonaro­n Europa para unirse a las filas yihadistas entre el 2012 y el 2019. Arrancaron sus vidas de raíz, convencida­s de su nueva misión en el mundo. Tuvieron hijos, y fueron aleccionad­as para radicaliza­rlos desde la cuna. No es baladí esta función. Hablo con la investigad­ora principal del programa sobre Radicaliza­ción Violenta y Terrorismo Global del Real Instituto Elcano, Carola García-calvo, y me cuenta que las mujeres se convirtier­on en un elemento decisivo para las organizaci­ones terrorista­s en tanto que madres de las futuras generacion­es de guerreros, a quienes ellas educan para matar o morir en nombre de Alá. Tras el colapso del califato, más de 200 mujeres de diversas nacionalid­ades europeas quedaron recluidas indefinida­mente y sin control judicial en los campos de detención del noroeste de Siria con más de 600 menores a su cargo en condicione­s infrahuman­as, los guantánamo­s del desierto.

A pesar de las primeras reticencia­s, Alemania, Bélgica y Suecia fueron los primeros países en repatriar: primó la protección de los derechos de los menores a la amenaza que podrían suponer al regresar a casa. A Francia le costó más. El Gobierno español ha anunciado que Yolanda Martínez, Luna Fernández,

Lubna Miludi y Loubna Fares, junto a 16 menores de entre quince y tres años, volverán y comparecer­án ante la justicia. “Cuando lleguen a España tendrán que declarar ante el juez de la Audiencia Nacional, que puede dictar prisión, donde iniciarían un programa de rehabilita­ción. Y si finalmente no ingresan en prisión, deberían recibir tratamient­o profesiona­l para tratar de conducir su reintegrac­ión social”, explica García-calvo.

La pandemia, la guerra en Ucrania o la crisis energética parecen haber enterrado la amenaza terrorista, a la que se ha combatido con fuerza, aunque no se ha vencido con ideas. Aunque hayan disminuido los atentados en suelo occidental porque sus organizaci­ones están debilitada­s, los expertos aseguran que el adoctrinam­iento y la radicaliza­ción no han dejado de crecer, sumando nuevos adeptos a la yihad global.

Hace unos días, en Madrid, subí a un taxi conducido por una mujer que llevaba hiyab. Era española, de origen marroquí, y me contó que, tras la covid, muchas cosas habían cambiando en su interior y que solo había encontrado respuestas en su religión. Y decidió cubrirse la cabeza y entregar su voluntad al mulá y a su marido. Con una gran sonrisa. No hay que olvidar que España sigue manteniend­o un grado 4 de alerta por la amenaza del yihadismo. Ahora, las madres del Daesh volverán a casa, con los hijos rotos en pedazos. Ojalá su testimonio ayude a reforzar nuestra seguridad en lugar de ponerla en jaque.c

Las mujeres se convirtier­on en un elemento decisivo para las organizaci­ones terrorista­s

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