La Vanguardia

Yo, presidente de comunidad

- Joaquín Luna

La fiesta de la democracia ha llegado a la escalera: los vecinos me han investido presidente de la comunidad, por unanimidad y abusando de mi absentismo en las asambleas. Un honor y una gran responsabi­lidad: ¡todo ha sido estrenar el cargo y empezar los problemas!

¿Es ilusionant­e presidir una comunidad de vecinos? Lo que se dice ilusionant­e... ¿Nace o se hace el presidente? ¡Nace! ¿Cabe la dimisión irrevocabl­e? Al parecer, sería más feo que abandonar un chat de viejas glorias de la pesca de altura con caña de whisky on the rocks.

Tras conocer la noticia, elaboré una hoja de ruta: pasar desapercib­ido –como los maridos de toda la vida–, enaltecer la austeridad –no se cambia nada– y respetar la vida sexual de todos los vecinos.

A las primeras de cambio, se fundió una lámpara del recoveco del vestíbulo, espacio idóneo para malandrine­s. Pasaban los días y me extrañaba de que nadie repusiera la luz hasta que un cartel, colgado en el ascensor, exigía al presidente medidas urgentes.

–¡Si ese soy yo!

Tras quedarme con la matrícula del vecino, ordené con temple, mando y eficacia el cambio de fluorescen­te. ¿Alguien me lo agradeció? Nada, ni un viva.

Al cabo de pocos días –lo recuerdo porque volvía a casa con el corazón contento–, el soponcio: ¡una inscripció­n grafitera en la puerta del ascensor! ¡Lo nunca visto!

¿Debía convocar de urgencia, pasada la medianoche, una asamblea de vecinos en pijamas y batines con un único punto en el orden del día: o sale al autor del grafiti o yo dimito? Pero ¿y si se amotinaban o exigían el linchamien­to de los sospechoso­s?

Yo solo espero no verme obligado a instalar cámaras ni a fichar una psicóloga especializ­ada en conflictos vecinales o fusilar un vecino por planta de repetirse otro caso de vandalismo. Y a malas, instalo una pantalla gigante en el vestíbulo para ver los partidos de España con sonido.

Esto, claro, me pasa por divorciado, ayuno del valioso asesoramie­nto conyugal. “Ahora, muchas mujeres ejercen la presidenci­a, antes siempre eran los maridos”, me cuenta un experto. Una lástima:

–¿Y te vas a quedar tan ancho?c

Todo ha sido asumir la presidenci­a y empezar los problemas en la comunidad de vecinos

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