Intimidades a la intemperie

Continúan los pronósticos interesados que afirman que la televisión se acaba. El invento, sin embargo, resiste con la misma mala salud de hierro del teatro, los periódicos de papel o la industria editorial. Como pretexto, la televisión enriquece sus contenidos cuando reflexiona sobre su propia capacidad autodestructiva. Incluso fenómenos tan digitales y poscatódicos como Dulceida, influencer fundacional, adoptan el formato de serie documental para divulgar un autorretrato autorizado y controlado. La docuserie se titula Dulceida al desnudo y se emite en Amazon Prime. Para los devotos de este religión autorreferencial, narcisista y gregaria es un (buen) producto más del catálogo de mercadotecnias pensadas para explotar una variante comercial del culto a la personalidad. Para los ignorantes como yo, en cambio, es una aproximación interesante (bien hecha, directa, informativa) que invita a reflexionar sobre hasta qué punto la explotación del yo y de la idolatría mecanizada comporta peligros imprevisibles. Dulceida se explica a través de códigos que van más allá de la ortodoxia televisiva. No se desnuda: se retransmite a sí misma en tiempo real sin establecer fronteras entre el personaje público y la persona, protegiendo un reducto de intimidad que, por desgaste, acaba siendo pura intemperie.

LA TELE EN PAPEL. Es la misma intemperie que explora Jorge Javier Vázquez en el libro Antes del olvido (Ed. Planeta). El presentador de Telecinco hace una crónica de los últimos cuatro años, que incluyen un desamor de abismos y silencios, los efectos de la pandemia, una depresión, un ictus, la muerte de Mila Ximénez y las idas y venidas de una relación intermitente con las adicciones (alcohol, sexo, Instagram), los vínculos ciclotímicos con el programa Sálvame ,el descubrimiento de Rocío Carrasco y el desdoblamiento entre el Jorge Javier de la tele y el que intenta explicarse como si fueran tipos diferentes. Lo escribe así: “Estoy tan habituado a ocultar mis estados de ánimo que el problema se que ya no sé cómo soy de verdad”. Miguel Bosé siempre explica el combate salvaje entre Miguel (doméstico y particular) y Bosé (artista y público). En el caso de Vázquez, el lector-espectador intuye la contradicción de querer separar las dos dimensiones y, al mismo tiempo, preservar una unívoca personalidad.