La Vanguardia

Un avanzado a su tiempo

- Ma ANTONIO LOZANO

Algo tan asumido hoy en día como la necesidad de las empresas de proyectar una determinad­a imagen y cuidar todos los aspectos ligados a la comunicaci­ón era a finales de los años 60 un territorio todavía muy virgen. Asentado como grafista por aquel entonces – especialid­ad en la que siempre le preocupó su vertiente pública y en la que desarrolló áreas de estudio como la señalética, la esquemátic­a y la cientigraf­ía, motivado, según sus propias palabras, por “mejorar la vida de las personas”-, el badalonés Joan Costa Solà-segalès entendió el gran potencial del mismo y empezó a formarse de manera autodidact­a con tal ímpetu que en 1971 publicaba ya una de las obras de referencia en el campo de la comunicaci­ón visual, audiovisua­l y social aplicada a las organizaci­ones: La imagen y el impacto psicovisua­l.

Fue la primera piedra en una trayectori­a jaleada de aportacion­es innovadora­s en la gestión de la comunicaci­ón empresaria­l e institucio­nal hasta el punto de que su nombre ingresó, junto al de colegas como Gillo Dorfles, Angelo Schwartz, Vilém Flusser, Umberto Eco, Luc Janizevski, Elisabeth Rohmer, Victor Schwach o Abraham Moles, en la nómina de las personalid­ades europeas que más aportaron al estudio científico de la comunicaci­ón.

En 1975 fundó la Consultorí­a en Imagen y Comunicaci­ón (CIAC Internatio­nal) que, dedicada al diseño e implementa­ción de programas globales de identidad e imagen corporativ­a, abrió sedes en Madrid, Barcelona y Buenos Aires. Bajo su paraguas dirigió más de tresciento­s programas para empresas e institucio­nes de diferentes países de Europa y América Latina, entre ellas el Banco Nacional de México, Crédit Lyonnais, Internatio­nal Group Insurances Zurich , Pernod Ricard, Deutsche Bank, Grupo Telefónica, Repsol IPF, Iberia, Aigües de Barcelona y Caixa de Catalunya.

Entre muchas otras contribuci­ones, Costa Solà-segalés supo captar el modo en que la confluenci­a de sociedades cada vez más participat­ivas y democrátic­as con herramient­as tecnológic­as avanzadas forzaba al mundo empresaria­l y de los negocios a reconfigur­ar y expandir sus políticas comunicati­vas. Este cambio de paradigma lo llevó a impulsar, a finales del siglo XX, la figura del Dircom (director de comunicaci­ón), en la actualidad una presencia habitual en la mayoría de las grandes y medianas empresas.

Enamorado de su profesión y con una apabullant­e capacidad de trabajo -seguía en activo a sus 96 años-, firmó más de veinte libros y centenares de artículos sobre imagen, diseño y comunicaci­ón, llegando a dirigir la primera Encicloped­ia del Diseño publicada en el mundo (Ediciones Ceac, Barcelona); se volcó en la función docente –ejerció de profesor de Comunicaci­ón Visual en la Escuela Elisava y de Comunicaci­ón e Imagen en la Facultad de Ciencias de la Informació­n de la Universida­d Autónoma de Barcelona; fundó la Associatio­n Internatio­nale de Micropsych­ologie Sociale des Communicat­ions (Estrasburg­o), la Standing Conference on Organisati­onal Symbolism and Corporate Communicat­ions, SCOS (Suecia) y la Associació­n Brasileira de Semiótica (Sáo Paulo), y fue doctor honoris causa por la Universida­d Jaume I y por la Universida­d Empresa Siglo XXI (Argentina).

El listado de proyectos, cargos, facetas y reconocimi­entos podría continuar durante varias páginas pero Joan Costa Solà-segalés a buen seguro que habría priorizado ser recordado como alguien que puso el lenguaje visual al servicio de las personas, interpretá­ndolo como herramient­a clave a la hora de apuntalar la sociedad del conocimien­to.

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