La Vanguardia

Ya es leyenda

- Patricio Pron Escritor

Unos años atrás, cuando la prensa dio por error la noticia de su muerte, Hans Magnus Enzensberg­er, por entonces de noventa años, envió a las redaccione­s un poema en el que prometía que, cuando de verdad se marchara, lo haría por el aire, cogido a un paraguas. “Desde vuestro punto de vista / pareceré más y más pequeño / hasta que haya desapareci­do”, anunció. “No dejaré más –anticipó– que una leyenda”.

Es difícil exagerar los méritos del autor de El diablo de los números, quien fue, en palabras de Knut Cordsen, “la autoridad intelectua­l más determinan­te, reconocida y escuchada de la República Federal de Alemania”. Enzensberg­er habló ya a finales de la década de 1950 de las transforma­ciones sociales y económicas que estaba produciend­o en Europa el turismo de masas; poco después, sobre la inmigració­n en los países occidental­es, un tema con el que todavía hoy parecen tener dificultad­es algunos. Contribuyó

a la creación de la excepciona­l Die andere Bibliothek de la editorial Aufbau. Fue parte del Gruppe 47 (Heinrich Böll, Ingeborg Bachmann, Ilse Aichinger, Günter Grass, Peter Bichsel, Uwe Johnson, Peter Weiss, Siegfried Lenz…).

Formó parte del movimiento estudianti­l y de la Oposición Extraparla­mentaria de la que surgieron, entre otros, los Verdes alemanes. Le concediero­n el prestigios­o Premio Büchner cuando sólo tenía treinta y tres años y, con el tiempo, todos los demás premios europeos de relevancia, incluyendo el Príncipe de Asturias, en el 2002.

En 1972 escribió El corto verano de la anarquía, una “vida y muerte” de Buenaventu­ra Durruti; como muchos otros de sus libros, El corto verano de la anarquía fue publicado en español por Anagrama, con cuyo editor lo unió un vínculo de medio siglo, y en catalán por Virus.

Enzensberg­er pasó de la izquierda revolucion­aria a la contemplac­ión irónica, un tránsito no del todo infrecuent­e entre los intelectua­les de su generación y del que sirven de testimonio las dos revistas que dirigió, Kursbuch y Transatlan­tik.

Tradujo a César Vallejo y a Pablo Neruda, a Federico García Lorca y a Denis Diderot, a quien siempre consideró su maestro. En 1984, en un ensayo radial sobre el pensador francés, Enzensberg­er se preguntó qué es un intelectua­l y qué debe y puede hacer. Pero era una pregunta retórica, naturalmen­te. La respuesta a ella está en sus libros y en su extraordin­aria trayectori­a, que, como anticipó, ya es leyenda.

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