Cómo cocinar un libro
Salgo de mi zona de confort y voy a la presentación de un libro de cocina. Es el de Nino Redruello, Las recetas de La ancha. Un viaje por los fogones de cuatro generaciones. Lo publica Debate, que convoca una comida de prensa en Molino de Pez, inaugurado en Barcelona cien años después que la taberna madrileña del título, con una réplica actualizada de su carta, y todas las mesas llenas este jueves a mediodía. El autor dice que cuidan al editor Miguel Aguilar, y que él les ha cuidado en la elaboración del libro. Tiene 319 páginas, fotos de los platos y, además de las recetas, incluye pequeñas historias familiares.
El bisabuelo de Redruello era ganadero transhumante en Asturias hasta que decidió irse a la capital en 1919, donde abrió La estrecha, en la calle Mayor. Luego se incorporaría toda la familia, abrirían seis tabernas más. Hubo conflictos con el nombre, y el abuelo del autor acabaría poniéndole La ancha a la suya. Así es como se llama el grupo que integran también Las Tortillas de Gabino, Fismuler, los delivery de Armando y el propio Molino de Pez.
Los nombres son importantes. Los poetas se obsesionan con poner nombre a las cosas. En Poeta chileno, el personaje principal comparte con el hijo de su novia (o le transmite) la pasión por la literatura. Pero, ¿cómo se llama la relación que tienen? No existe una palabra que defina lo que son el uno para el otro. Míriam Cano se lo preguntaba a Alejandro Zambra en la Finestres, donde estaban todos impresionados por la cantidad de gente que había, calculan que más de ciento cincuenta personas; Zambra dijo que se quitaría las gafas para no verlo. Como apuntaba la editora de Anagrama, Silvia Sesé, hubo una presentación online al salir la novela durante el confinamiento, pero tenían claro que la harían presencial en cuanto fuera posible.
Al día siguiente, la misma librería acogía al argentino Pablo Katchadjian para hablar de Una oportunidad (Sexto Piso) con Borja Bagunyà. Antes de empezar, mientras tomaban algo en el bar Watson del patio interior (en la mesa había una coca-cola orgánica llamada Malferida), el autor fantaseaba con ponerse a bailar. Le parecía que la gente se aburre, si lees prosa, porque “la prosa es pastosa”. Pero Bagunyà respondía que el 16 de junio, los de la Escola Bloom –de la que es cofundador y profesor, y
donde Cano es profesora– organizaron una maratón para leer en voz alta el Ulises de Joyce en La Calders, y tuvieron público durante las treinta horas y media de lectura.
Katchadjian dice que le encanta oírnos hablar en catalán con Marina Espasa y Camila Enrich porque le hace sentirse en un país extranjero. Entonces se ríe al recordar que está en un país extranjero. Luego pregunta qué significa ‘Fora de servei’ porque lo pone en la puerta del baño. Alguien comenta que, según un podcast y el testimonio de una trabajadora que lo vio en directo (y cerró la puerta discretamente), el baño de la Finestres es un punto de amor rápido.
En su obra, Katchadjian cuestiona la materia de la escritura y del lenguaje. Por lo visto fue profesor de una asignatura llamada Narrativa 3, en la que se cargaba todo lo que los alumnos habían aprendido en Narrativa 1 y 2. El lunes, en
el Ateneu Barcelonès, Melcior Comes presentaba Escriure: instruccions d’ús, acompañado del editor de Núvol, Bernat Puigtobella, y de Pau Pérez, director de l’escola d’escriptura, donde Comes da clase desde 2019. Es más bien una escuela de reescritura, apuntaba Pérez, porque es al reescribir cuando ves si los personajes son coherentes, si la historia aguanta. “El libro de Melcior cierra debates, como ese tan aburrido sobre si se puede enseñar a escribir”, dice, y subraya que el nobel Kazuo Ishiguro se formó en una universidad con programa de literatura.
A l’escola d’escriptura le faltaba un manual de metodología. Para hacerlo, Comes empezó a leer libros de este tipo y se enganchó. No se pierde ni uno. Le encanta saber todo lo que se dice sobre escribir. Esperaba que Les estructures elementals de la narrativa ,de Albert Sànchez Piñol (La Campana) aportara cosas nuevas, pero no fue el caso. En el Molino de Pez, mientras traen la famosa y deliciosa tarta de queso, Redruello relata que su tío empezó a llevar solo la taberna con diecisiete años. Nunca había estado en una cocina, así que compró el libro de un tal Pablo-algo, dijo. Era Paul Bocuse.c
Pablo Katchadjian cuestiona en ‘Una oportunidad’ la materia del lenguaje y la escritura