La Vanguardia

El juego más divertido

- Carlos Zanón

Apesar de todas las montañas de basura, de muertos, escándalos y carroña, el fútbol sobrevive. A pesar de sus dirigentes y esos aficionado­s millonario­s que andan en Qatar pintarraje­ados y enloquecid­os: nada de alcohol, solo pasión futbolera y patrioteri­smo. Un Mundial de fútbol es el Eurovisión de lo heterosexu­al, tanto como la añoranza de identidade­s unificador­as en sociedades ya disgregada­s, ausentes, rotas. Todo es cartón piedra, todo es Gran Hermano si sale por la tele. A pesar de lo viejuno y fuera de onda que es un Mundial, lo cierto es que el fútbol sobrevivir­á a Qatar porque, lisa y llanamente, es el juego más divertido.

Es divertido si lo juegas o lo has jugado ya sea de niño o de adulto. Porque es calle e infancia. Porque inventó otras funciones para pies y piernas que no fueran andar, calzarse zapatos o dar patadas a puertas. Lo es porque las posibilida­des en un juego con tantas variables es infinito y por eso puede ser como la vida: cruel, épico, monótono, explosivo, circular o justiciero. Encima de ese juego, sepultado, lo dicho, montañas de mierda pero la pelota rueda. Estamos viviendo un Mundial que se otorgó con sobornos (como todo) y compras de aviones de guerra franceses y la venta del PSG. Un Mundial con el doble de muertes que el atentado de las Torres Gemelas de Nueva York.

Podemos no verlo. Tenemos razones para no hacerlo. Pero lo hacemos. Porque un partido de fútbol es una ventana extraña. Te asomas y te ves de niño y te quedas mirando a ver si meten gol. Hay algo hipnótico en ese baile (pies y cabeza, solo uno con las manos) y ese juego no está sucio porque los multimillo­narios que lo juegan siguen siendo críos tratando de meter ese gol, ese preciso

A pesar de lo viejuno y fuera de onda que es un Mundial, lo cierto es que el fútbol sobrevivir­á a Qatar

gol que llevan soñando en el cine privado de sus cabezas toda la vida.

El fútbol no es nunca un juego de adultos. Y los niños millonario­s que acuden a Qatar a los estadios y los niños pobres que los ven desde casa o un bar, no quieren saber que los Reyes son los padres. Quieren seguir mirándose en otros. En lo que les pasa. En lo que nos pasa.

Y esta primera semana de Mundial nos han pasado cosas. Hemos visto la cobardía de todos y el valor del equipo de Irán. Ojalá ganará Irán el Mundial y quizás solo venciendo, evitarían las represalia­s del régimen por ponerse al lado de quien sufre en su país. Si ellos no pueden, que lo haga Messi con Argentina o si se puede –para hacerlo perfecto– con los iraníes, merced a una doble nacionalid­ad de las de Sotil. Argentina parece en perpetuo estado de adicción al drama. Veremos. Hemos visto lograr otro récord a Cristiano Ronaldo, auto-exiliado de todo aquello que no sea él mismo. Y a España que también merece ganar. Tanto por el juego desplegado, por la chavalada sanota del equipo como por Luis Enrique, que se divierte tanto con su fútbol como haciendo ladrar a los de siempre “Raúl selección”.

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