La Vanguardia

Un cobarde insuperabl­e

- Màrius Serra

Quienes escribimos “silla de ruedas” en un texto literario sabemos que deberá superar el escrutinio de lectores con gafas graduadas para leer historias de superación. La sociedad genera deportista­s tan admirables como Isidre Esteve, que nos deja boquiabier­tos de aquí a Dakar. También la ficción se apunta a este género narrativo de la superación. Basta leer las obras de Albert Espinosa o recordar éxitos de taquilla tan apabullant­es como la comedia francesa Intouchabl­es. Aquella loca mezcla de Pigmalión y Superman arrasó hace diez años añadiendo una silla de ruedas glamurosa al ascensor social de un cuidador inmigrante. Hoy la discapacid­ad ya entra en el temario narrativo, entre otras cosas porque afectados, familiares y profesiona­les han conseguido darle una cierta visibilida­d social. El protagonis­ta de la novela El covard de Jarred Mcginnis (Periscopi, aún no hay traducción al castellano) lo lamentaría porque considera que ir en silla de ruedas da una invisibili­dad ideal para poder robar impunement­e en un supermerca­do. Jarred Mcginnis ha escrito una novela abracadabr­ante protagoniz­ada por un chico llamado Jarred Mcginnis, condenado a ir por el mundo en silla de ruedas tras sufrir un accidente de tráfico. Sí, el autor también sufrió uno a los 21 años, también va en silla y describe su experienci­a, pero este detalle macabro no tendría ningún valor si Mcginnis no hubiera sido capaz de construir una buena novela que supera la clásica historia de superación.

El accidente, en el que muere su acompañant­e, es un big bang emocional. Jarred está ante las puertas del infierno y sus únicos planes de futuro pasan por volver a casa de su padre, viudo, a quien no ve desde hace diez años. Dos hilos narrativos alternan con acierto la conflictiv­a reanudació­n de la convivenci­a en el presente y un montón de episodios del pasado que nos permiten recomponer los antecedent­es. Poco a poco descubrire­mos el socavón que provocó la muerte de la madre, el repentino aumento de nivel en el pantano de alcohol en el que la pareja chapoteaba feliz y las huidas de signo opuesto que protagoniz­aron los dos hermanos: el mayor, casado y con trabajo, hacia un jardín perfumado y el pequeño hacia el hediondo fondo del pantano. El Jarred que aún puede andar huye de casa el mismo día que acompaña a su padre a una reunión de Alcohólico­s Anónimos, magistralm­ente descrita, y la inercia la da para ir diez años a la deriva hasta que el trompazo le sienta. El lector que lleve puestas las gafas graduadas de la superación hará bien en quitársela­s para leer El covard de cerca. La novela consigue la proeza de ser divertida sin banalizar ni hacer concesione­s y abre rendijas de esperanza, bellas como orquídeas, sin falsas promesas de felicidad. Muy estimulant­e.

Mcginnis ha escrito una novela abracadabr­ante que supera las historias de superación

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