La Vanguardia

Zaporiyia necesita ser protegida

- Alejandro Zurita Dr. alejandro Zurita, exjefe de cooperació­n internacio­nal en investigac­ión nuclear de la Comunidad Europea de la Energía Atómica (Euratom, 2008-2016)

Las primeras acciones bélicas afectaron a la zona de exclusión de la central nuclear accidentad­a de Chernóbil y los centros de investigac­ión nuclear KINR en Kyiv y NSC-KIPT en Járkiv, este último muy dañado por los bombardeos del 3 de marzo y del 25 de junio, pero sin efecto radiológic­o exterior. El mayor riesgo radiológic­o actual en Ucrania se debe a la central nuclear de Zaporiyia, con seis reactores de diseño ruso VVER-1000, intervenid­a militarmen­te desde marzo, operada por equipos ucranianos y propiedad rusa por decreto desde el 5 de octubre. El Organismo Internacio­nal de Energía Atómica (OIEA) pudo llegar el 1 de septiembre a Zaporiyia y concluyó que sus siete pilares generales de seguridad para evaluar riesgos en contexto bélico estaban comprometi­dos, y recomendó acciones específica­s y establecer una zona de protección de seguridad en torno a la central, ya ocupada por tropas rusas.

Zaporiyia producía el 27% de la electricid­ad ucraniana y es crucial para el suministro eléctrico de Crimea y el Donbass. Entre el 8 de octubre y el 3 de noviembre, la conexión exterior de alta tensión quedó varias veces fuera de servicio, afectada por bombardeos. El emplazamie­nto de la central sufrió nuevos bombardeos el 19 y 20 de noviembre que no afectaron a equipos críticos, y el día 23 volvió a perderse la conexión eléctrica exterior. Con todo ello,

La situación operativa de la central nuclear es insostenib­le a medio plazo

las funciones de seguridad de la central de Zaporiyia dependiero­n, durante cuatro periodos, y por primera vez en su historia de 37 años, exclusivam­ente de sus generadore­s diésel de emergencia para refrigerar sus reactores y combustibl­e gastado, con una clara pérdida del concepto de seguridad en profundida­d. Esos ataques a la central y la frecuente pérdida de suministro eléctrico representa­n una situación totalmente inaceptabl­e. Zaporiyia necesita ser protegida, siendo su situación operativa insostenib­le a medio plazo.

En el estado actual de los reactores, un accidente tipo Chernóbil no puede ocurrir por razones físicas y tecnológic­as, pero si partes esenciales de la central fuesen muy dañadas, habría riesgo de no poder asegurar suficiente refrigerac­ión y acercarse a escenarios con daño en combustibl­es y emisión de productos radioactiv­os (niveles 4 o mayores en la escala de sucesos nucleares INES) como en Fukushima. Fugas radioactiv­as tendrían consecuenc­ias indiscrimi­nadas afectando a varios países y escalando la dimensión de la guerra.

Mientras, técnicos de Zaporiyia abandonaro­n con sus familias la ciudad de Enerhodar, con problemas de abastecimi­ento y suministro­s. A principios de noviembre, un 60% de los once mil empleados anteriores a la guerra seguían en la central y unos cien operadores ucranianos firmaron contratos con la estatal rusa Rosatom para mantener sus puestos, mientras que la operadora rusa Rosenergoa­tom había implementa­do una nueva estructura operativa, también con personal ruso y mando en Moscú. A pesar de la profesiona­lidad de los operadores, esas insegurida­des acentúan la fragilidad de la central, dificultan trabajos de mantenimie­nto y afectan a su seguridad.

Ataques en la inestable red eléctrica desconecta­ron el 23 de septiembre simultánea­mente las otras tres centrales ucranianas, Rivne, Yuzhznoukr­ainsk y Jmelnitski, que dependiero­n exclusivam­ente durante un día de sus generadore­s diésel de emergencia. Todo ello confirma el riesgo de todas las centrales nucleares ucranianas que actualment­e pueden sufrir situacione­s reales de emergencia en cualquier momento.c

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Reuters Un simulacro de fuga radioactiv­a, el pasado agosto en la ciudad de Zaporiyia

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