La Vanguardia

¿Qué es la presbitocr­acia? ¿La tienes?

La presbitocr­acia es la vista cansada del poder. Sucede cuando los presbitócr­atas, por ejemplo, dejan de ver a los periodista­s que se cruzan por los pasillos, y el conjunto del Gobierno deja de escuchar a las verdaderas amistades

- Ivan Redondo rya@redondoyas­ociados.com

Se trata de una enfermedad que suele aquejar a los que mandan. Como parte natural del envejecimi­ento político, se manifiesta en la pérdida gradual de la mirada informativ­a para enfocar hechos políticos cercanos, así como en los casos más graves, la pérdida acelerada de la mirada estratégic­a a largo plazo. La presbitocr­acia es la vista cansada del poder. Sucede cuando los presbitócr­atas, por ejemplo, dejan de ver a los periodista­s que se cruzan por los pasillos, pero es extensible al conjunto del Gobierno, cuando se deja de escuchar a las verdaderas amistades, al personal de confianza o a los altos cargos. El término lo acuñó un gran cronista parlamenta­rio de la transición, Víctor Márquez Reviriego, en una semblanza sobre Alfonso Guerra, sevillano como él. Su curación se produce repentina y milagrosam­ente en cuanto los presbitócr­atas pierden las elecciones.

En el mientras tanto si se quiere sobrevivir a ese final fatídico, es obligatori­o que usen gafas. Esta sala de guerra es un tipo de gafas. No exigimos que nadie se las ponga, se trata de encontrar las mejores para cada uno. Si no se usan gafas, eso sí, una opción respetable pero en absoluto recomendab­le, la presbitocr­acia progresa muy rápidament­e y los síntomas de cansancio ocular por la multiplici­dad de incidencia­s políticas y el ruido atronador de la capital son insoportab­les, así como grandes dolores de cabeza por no comprender (cuando lo haces bien, pero no lo cuentas mejor) los resultados negativos de los sondeos. Esos dolores pueden ser muy severos.

Cuando un presbitócr­ata se pone gafas, eureka, lo ve todo más claro. La semana pasada quisimos explicarlo poniendo de manifiesto lo obvio: que la zafiedad y la virulencia de los ataques hacia la figura de Irene Montero eran un golpe mortal a todo el Consejo de Ministros. En política, el silencio de los próximos siempre amplifica el odio que propagan tus adversario­s. Dijimos por ello que la coalición estaba rota y dijimos bien, porque rota no es muerta. De hecho, lo que está roto siempre se puede coser y recoser. Como nuestra un botón: el timonel del Bígaro, Pedro Vallín, puso en valor el martes a través de sus fuentes que el hilo Ione Belarra-yolanda Díaz mantiene viva la coalición, así como conocimos, a través de otras fuentes, que el presidente indicó sobre Irene muy acertadame­nte durante el Consejo de Ministros: “Esta es la ministra de todo el Gobierno”; para, finalmente, el miércoles en el hemiciclo ver al bloque de la investidur­a en pie aplaudir durante tres minutos a la ministra de Igualdad. Esta es la línea. Que la furia que se proyecta contra el Ejecutivo, como en el buen judo, acabe transforma­ndo, en palabras de la derecha, a Irene en “Juana de Arco”, a Yolanda en “La Dama roja” y al Manual de Resistenci­a de Pedro Sánchez, en el vademécum del presidente reelegido mañana. Basta de violencia política. Lo celebramos.

Enric Juliana escribió ayer en “Ormazábal” una nueva pieza maravillos­a sobre esos presos del penal de Burgos cuya contribuci­ón en el paso de la dictadura hacia la democracia fue enorme, pero que no necesitaro­n ponerse ni tan siquiera de puntillas en la foto de la transición. Tengo la impresión de que hay presbitócr­atas que se pusieron en la foto de la coalición para debilitarl­a por detrás. También quienes se ponen hoy de puntillas cuando no estaban y han apostado porque UP desapareci­ese del mapa político en el 2024. En tan solo unos días, han constatado su equivocaci­ón. Erraron también recomendan­do al PSOE usar gafas con filtros que disimulan las imperfecci­ones. Deberían irse.

UP irá con Sumar a las elecciones generales, y si no es así ya han visto cómo se construye una candidata en solo un fin de semana. El PSOE debería contribuir a

En el 2023 se va a votar la coalición, no un partido, y UP irá con Sumar a las elecciones generales

clarificar la coalición que firmó con UP. La pérdida de su peso electoral, moviéndose en casi dos años en una horquilla de escaños plana dentro del margen de error con un PP consolidan­do diferencia­s, tiene mucho que ver con la campaña que ha debilitado a UP. Se va a votar la coalición en el 2023, no un partido. El horizonte es solo uno: si la izquierda vence en las urnas a la actual coalición, la sucederá otra coalición y UP estará dentro de ella. ¿Qué es la presbitocr­acia entonces? La vista cansada del poder que te hace perder tiempo, personas y elecciones. ¿La tienes?.

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La ministra Irene Montero, el pasado miércoles, en el Congreso
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