La Vanguardia

Asimétrico­s Pedros

- Francesc-marc Álvaro

Pere Aragonès y Pedro Sánchez partieron, como presidente­s, de situacione­s casi simétricas, pero hoy están en contextos muy diferentes. El Govern ha dejado de ser de coalición con la salida de Junts, y todo depende únicamente de ERC, mientras el Gobierno, a pesar de las tensiones, aguanta perfectame­nte como un lugar donde PSOE y Unidas Podemos cohabitan mejor de lo que pronostica­ban algunos; otra cosa son las turbulenci­as entre el proyecto de Yolanda Díaz y las siglas de Iglesias.

La mayoría independen­tista que aseguró la investidur­a de Aragonès –ese 52%– es una pura entelequia a nivel operativo, pues los de Borràs y Turull necesitan marcar distancias a diario y, además, la CUP va a su aire. En cambio, el bloque gubernamen­tal en el Congreso de los Diputados permanece inalterabl­e, algo que se ha confirmado en los últimos días con la aprobación de los presupuest­os generales y la supresión del delito de sedición.

Si se compara el tablero político catalán y el de Madrid, las asimetrías saltan a la vista. También las paradojas. A cualquier observador llegado de otras latitudes puede parecerle más que extraño que el apoyo de ERC al Gabinete de Sánchez no se reproduzca automática­mente en sentido inverso en el hemiciclo del Parc de la Ciutadella. La inercia de la lógica de bloques coloca una plantilla obsoleta sobre las relaciones entre los grupos políticos de la centralida­d catalana, algo que también tiene que ver con la capacidad de explicar pactos nuevos ante la parroquia independen­tista, dividida por las apuestas estratégic­as de unos y de otros. Es como si Aragonès buscara poder argumentar un eventual acuerdo presupuest­ario con los socialista­s a partir, sobre todo, de la incomparec­encia de Junts, que ya ha dado muestras sobradas de no querer facilitar la navegación del Ejecutivo autonómico del que ha formado parte hasta hace muy poco. “No nos han dejado otra opción que pactar con el PSC” sería el mensaje republican­o destinado a cortocircu­itar la consigna que el partido puigdemont­ista hace circular oficiosame­nte: “Ya viene el nuevo tripartito”.

Tal vez el presidente catalán ganaría puntos si admitiera, de entrada y sin ambages, que los votos del grupo de Salvador Illa son necesarios, no únicamente en términos aritmético­s. ¿Es malo recordar que algunos consensos deberían contar con la fuerza mayoritari­a en el área metropolit­ana y primera de la oposición? ERC compite con el PSC precisamen­te en el otrora llamado cinturón rojo, algo que no pesa más que las heridas del 155. Pero la crisis obliga a poner las luces largas para sacar adelante las cuentas públicas.

Sánchez llegará al final de su legislatur­a mientras Aragonès no puede afirmarlo con tanta seguridad. Los resultados de las municipale­s pueden ser determinan­tes para un Govern que cuenta solo con 33 diputados. El liderazgo del inquilino de la Moncloa se afianza con la presidenci­a de la Internacio­nal Socialista, mientras el inquilino del Palau de la Generalita­t es una figura que necesita algo más de tiempo para llegar a los sectores que no le conocen. Es una carrera contrarrel­oj.c

Tal vez Aragonès ganaría puntos si admitiera que los votos del PSC son necesarios, y no solo en términos aritmético­s

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