La Vanguardia

Sexo, droga y educación

- Jordi Basté

La brecha que existe entre la infancia de mis hijas y la nuestra es mucho más profunda que la que había entre mis padres y la mía. También las relaciones, sean las afectivas o las sexuales. en mi adolescenc­ia, por ejemplo, había tráfico escolar de revistas pornográfi­cas. el

Private era la más cotizada. su fundador, berth milton, era el encargado de escribir, en cada número, un par de páginas que camuflaban de una manera cultural el verdadero deseo de consumo de sus páginas, que era la pornografí­a. era nuestra relación con el porno. esta, o esperar la marcha de los padres algún fin de semana para alquilar dos pelis betamax en el videoclub de la esquina.

somos también de una generación que aprendimos a besar en la última fila de un cine de barrio y no en la calle con una lata de cerveza en la mano. Aquello era deprimente, pero esto también. Ahora los jóvenes aprenden a besar por internet y a tener sexo viendo porno. se elimina el lastre de la oscura moral de décadas pasadas pero también la seducción. La facilidad con la que el sexo forma parte de la vida de los adolescent­es (y niños) se obtiene a peso solo poniendo la palabra porno en el Google. sin el control real, ni de los padres, ni de la escuela, la imagen que se transmite de la mujer en la relación sexual es la del dominio, abuso y desecho.

Hemos visto un aumento intolerabl­e este año del número de agresiones sexuales a mujeres, y no solo hay un motivo. el sexo mostrado como una sumisión y observado en exceso y sin codificar es un grave problema para los adolescent­es. Hay más razones: el uso de determinad­as drogas (el mdma) que producen una inhibición afectiva peligrosa, el disfrute del alcohol como desconexió­n del mundo real, determinad­a música con un decálogo repetido en el estribillo del poder masculino o el uso de los móviles (no de la tecnología) como arma de uso, disfrute y abuso.

existe una solución: la educación. Hace muchos años que los expertos reclaman una asignatura de sexualidad y su relación con las expectativ­as reales (explicada por expertos y no por el profe de turno). Y, por supuesto, en la tribu. Debemos hablar de sexo, de drogas y de riesgos con los hijos aunque a ellos (o a nosotros) nos pueda el rubor. es imprescind­ible para ahorrarnos posibles agresores y presuntas victimas. Y cuanto antes, mejor.

Ahora los jóvenes aprenden a besar por Google y a tener sexo viendo porno

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